martes, 6 de junio de 2023

Fiesta de la Virgen de la Salud

Os dejamos varias imágenes de diferentes momentos de las celebraciones y procesiones de este fin de semana y del lunes






































 

sábado, 3 de junio de 2023

DÍA NOVENO ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS

 

ORACIÓN DE COMIENZO

La alegría por esta solemnidad es lo primero que nos reclama la liturgia. La composición de lugar nos sitúa ante la «señal grandiosa que apareció en el cielo: una mujer con el sol por vestido, la luna bajo sus pies, y en la cabeza una corona de doce estrellas». La petición: poder llegar a participar con Ella de la misma gloria en el cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1,39-56.

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:

-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

María dijo:

-Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo.

Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-,
en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.

María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

Palabra del Señor

 

MEDITACIÓN

Contemplar a María

 El Apocalipsis, con su rica imaginería, fija nuestra mirada en la Mujer. Concretamente en su gloria. Es la nueva Eva que engendra al Salvador.

La gloria de María se conecta con el triunfo del Resucitado. Así es el realismo de la salvación en Cristo. En efecto, Él es el primer resucitado. Cristo nos vivifica a todos. Por su acción ha tenido lugar la glorificación de María, su Asunción en cuerpo y alma al cielo. María, ahora, bien puede entonar, para que todos lo oigamos: «El Señor hizo en mí maravillas».



El Poderoso ha hecho obras grandes por mí

Es muy amable el encuentro entre María e Isabel. Con ésta declaramos a María bendita entre las mujeres y bendito el fruto de su vientre. Sentimos el gozo de la presencia de Cristo en la Virgen. Nuevamente la proclamamos dichosa por haber creído, por la radicalidad de su fe y de su entrega. Le agradecemos su sí incondicional al mensajero divino.

La meditación dará hoy nuevo sentido al Magníficat que cada atardecer canta la Iglesia. Se trata de repasarlo pausadamente y de dejarse empapar de los sentimientos de quien lo cantó por primera vez. Hay que verlo como sinfonía que desarrolla la más maravillosa frase musical: «Soy la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra».

Dos realidades importan: la conciencia del poder y de la grandeza de Dios que, de lo que aparentemente no es nada, saca grandeza de salvación y, luego, retener que la gloria de María tuvo su fundamento en el servicio y la caridad fraternales.

Dios mío, ¡qué gran misterio de amor me propones hoy para mi meditación! A pesar de que una espada atravesó el corazón de tu Madre Santísima, ella siempre se mantuvo firme en la fe y con gran amor hoy me acoge, me ama y me enseña las virtudes que me pueden llevar a la santidad.

 

ORACIÓN FINAL

Buen Padre Dios, que hiciste subir al cielo a la Virgen María para hacerla gozar de tu gloria, concédenos vivir en este mundo sin perder de vista los bienes del cielo, viviendo con la esperanza de disfrutar eternamente de tu presencia amorosa.

Amén.

 

VICTORIA EN TRES NIVELES
La Asunción de María a los cielos se puede decir que tiene tres niveles:

a) Es la victoria de Cristo Jesús: el Señor Resucitado, tal como nos lo presenta Pablo, es el punto culminante del plan salvador de Dios. Él es la "primicia", el primero que triunfa plenamente de la muerte y del mal, pasando a la nueva existencia. El segundo y definitivo Adán que corrige el falló del primero.

b) Es la victoria de la Virgen María, que, como primera seguidora de Jesús y la primera salvada por su Pascua, participa ya de la victoria de su Hijo, elevada también ella a la gloria definitiva en cuerpo y alma. Ella, que supo decir un "sí" radical a Dios, que creyó en él y le fue plenamente obediente en su vida (."hágase en mí según tu Palabra"), es ahora glorificada y asociada a la victoria de su Hijo. En verdad "ha hecho obras grandes" en ella el Señor.

c) Pero es también nuestra victoria, porque el triunfo de Cristo y de su Madre se proyecta a la Iglesia y a toda la humanidad. En María se retrata y condensa nuestro desuno. A1 igual que su "sí" fue como representante del nuestro, también el "sí" de Dios a ella, glorificándola, es también un sí a nosotros: nos señala el destino que Dios quiere para todos. La comunidad eclesial es una comunidad en marcha, en lucha constante contra el mal. La Mujer del Apocalipsis, la Iglesia misma, y dentro de ella de modo eminente la Virgen María, nos garantizan nuestra victoria final. La Virgen es "figura y primicia de la Iglesia, que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra" (prefacio).

viernes, 2 de junio de 2023

DÍA OCTAVO MARÍA JUNTO A LA CRUZ DE JESÚS

 

ORACIÓN DE COMIENZO

Dios mío, ¡qué gran misterio de amor me propones hoy para mi meditación! A pesar de que una espada atravesó el corazón de tu Madre Santísima, ella siempre se mantuvo firme en la fe y con gran amor hoy me acoge, me ama y me enseña las virtudes que me pueden llevar a la santidad.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 19, 25-27

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Palabra del Señor

 

MEDITACIÓN

Meditación del Papa Francisco

 Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre”. Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.

La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios! (Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).

 

ORACIÓN FINAL

Señor, no quiero acabar hoy mi oración sin darte gracias por el regalo que nos dejaste un poco antes de morir. Estabas con unos dolores terribles, con una muerte inminente, y todavía tuviste fuerzas para mirar a Juan y decirle: “Ahí tienes a tu madre”. No quisiste que nos quedáramos huérfanos. Todo el derroche de fortaleza y de ternura que había tenido María contigo hasta el momento supremo de la Cruz, no quisiste que se perdiera, sino que quedara para todos nosotros. Gracias, Señor, por tanto amor.