Fiesta de la Virgen de la Salud

viernes, 2 de junio de 2023

DÍA OCTAVO MARÍA JUNTO A LA CRUZ DE JESÚS

 

ORACIÓN DE COMIENZO

Dios mío, ¡qué gran misterio de amor me propones hoy para mi meditación! A pesar de que una espada atravesó el corazón de tu Madre Santísima, ella siempre se mantuvo firme en la fe y con gran amor hoy me acoge, me ama y me enseña las virtudes que me pueden llevar a la santidad.

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 19, 25-27

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Palabra del Señor

 

MEDITACIÓN

Meditación del Papa Francisco

 Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: “He ahí a tu madre”. Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.

La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios! (Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).

 

ORACIÓN FINAL

Señor, no quiero acabar hoy mi oración sin darte gracias por el regalo que nos dejaste un poco antes de morir. Estabas con unos dolores terribles, con una muerte inminente, y todavía tuviste fuerzas para mirar a Juan y decirle: “Ahí tienes a tu madre”. No quisiste que nos quedáramos huérfanos. Todo el derroche de fortaleza y de ternura que había tenido María contigo hasta el momento supremo de la Cruz, no quisiste que se perdiera, sino que quedara para todos nosotros. Gracias, Señor, por tanto amor.

jueves, 1 de junio de 2023

DÍA SEPTIMO MARÍA EN CANÁ

 

ORACIÓN DE COMIENZO

Haznos, Señor, sensibles y atentos como María a las necesidades de los demás. Quiero, Señor, ser buena “escucha” de mis hermanos y saber reconocer que quien le da buen sabor a la vida es el buen vino de tu Reino. Devuélvenos, Señor, la vitalidad y la alegría que irradia tu presencia y tu acción en la boda de Caná.

 

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 2, 1-11

Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús.  Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y no tenían vino, porque se había acabado el vino de la boda. Le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»  Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.»  Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»
Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba.  «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio  y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»  Tal comienzo de los signos hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.


 

MEDITACIÓN

En el Antiguo Testamento, la fiesta de las bodas era un símbolo del amor de Dios hacia su pueblo. Era lo que todos esperaban en el futuro. Y precisamente en una fiesta de bodas, junto a una familia y una comunidad, Jesús cumple su “primer signo”.

La alegría de esta fiesta pronto se ve ensombrecida: falta el vino. La virgen percibe esta situación y acude a su hijo.
Llama la atención la respuesta de Jesús: “Todavía no ha llegado mi hora”. La hora de Jesús es su muerte y resurrección. Solamente en ese momento, es esta “hora” el misterio de Jesús llegará a su plenitud.
Ahora, en Caná, estamos al inicio del ministerio público de Jesús, por eso Él mismo dirá a su madre que no ha llegado el momento de su manifestación pública y total. Jesús irá desvelando poco a poco su identidad y por eso va a realizar este primer signo.

Esta sociedad necesita la reacción vigorosa de quienes creemos que todo hombre tiene una dignidad, pues es criatura de Dios y hermano nuestro.

Como María necesitamos aprender a presentarle a Jesús, no solo nuestras necesidades, sino las de los vecinos, de los amigos, de los que sufren por diversas circunstancias… que se les acabó el vino o no han conocido el vino nuevo: Amor, fe, alegría y paz, servicio, fraternidad… ¿Si conoces las bondades del Señor para ti, por qué escondérselas a los demás que sufren porque no las conocen? El amor es el vino nuevo que necesitamos para crecer en la fe. ¿La lectura orante de la Palabra, los sacramentos, la ayuda a los demás… son tu apoyo?

ORACIÓN FINAL

Señor dame la gracia de ser un buen «escucha», que sepa obedecer como María, alegremente tu llamo, que sepa reconocer que quien le da sabor a nuestra vida, es el buen vino de tu Reino.

 

miércoles, 31 de mayo de 2023

DÍA SEXTO MATERNIDAD DE MARÍA

 

ORACIÓN DE COMIENZO

Ora hoy y presenta al Señor las palabras del Papa Francisco en la festividad de Santa María, Madre de Dios:

    El Espíritu… derrita lo que está cerrado y nos conceda volvernos tiernos delante de la debilidad del Niño Jesús. La paz de hecho, necesita de la fuerza de la mansedumbre, la fuerza no violenta de la verdad y del amor. En las manos de María, Madre del Redentor, ponemos con confianza filial todas nuestras esperanzas.

    A Ella le pedimos que el evangelio de la fraternidad, anunciado y testimoniado por la Iglesia, pueda hablar a cada conciencia y abatir las murallas que impiden a los enemigos reconocerse como hermanos.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 2,16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

MEDITACIÓN

Hoy, la Iglesia contempla la maternidad de la Madre de Dios, modelo de su propia maternidad para todos nosotros. Lucas nos presenta el “encuentro” de los pastores “con el Niño”, que estaba acompañado de María, su Madre y de José.

Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, seguimos necesitando de Cristo. Pero pocos lo  recibimos y lo aceptamos, porque nos olvidamos del ejemplo que nos dan María y los pastorcillos.

El Evangelio nos dice que los pastores después de escuchar el mensaje del ángel “fueron a toda prisa”. Es decir, pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos.

Para tener a Jesús hay que decidirse a dejar los “rebaños” del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe un Jesús a nuestra medida, sino el único que encontraron los pastorcillos “un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”.

Para llegar a Jesús hace falta ser humildes, pues la entrada de la cueva es pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos enseña, desde ese pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad, pureza y pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo que da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella “guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón”.



ORACIÓN FINAL

Gracias, Señor, porque hoy me muestras la fe de la Virgen, que meditaba todos los acontecimientos en su corazón. Y los pastores, qué gran lección de humildad y de amor. No preguntan, no cuestionan, con sencillez aceptan el anuncio y salen maravillados después de contemplar a Jesús. Permite, Señor, que en este nuevo año sepa cultivar la unión contigo en la oración, para que pueda verte en todos los acontecimientos. Para ello sé que se necesita más que el deseo o la buena intención, tengo que hacer una opción radical por la oración, que me lleve a dedicarte lo mejor de mi tiempo.

 

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66).

 

Palabras del Santo Padre Francisco

«Así como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos de su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso agradecimiento hacia quien ha dado al mundo al Salvador. Por ello le decimos:

“Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, ¡Santa Madre de Dios! Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios; gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra; gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”, olvidada de sí misma, fascinada por el Amor Santo, convertida en una única cosa junto con su esperanza. Gracias, ¡oh Santa Madre de Dios! Reza por nosotros, peregrinos del tiempo; ayúdanos a caminar por la vía de la paz. Amén.”

 (Angelus de S.S. Francisco, 1 de enero de 2017).