miércoles, 31 de mayo de 2023

DÍA SEXTO MATERNIDAD DE MARÍA

 

ORACIÓN DE COMIENZO

Ora hoy y presenta al Señor las palabras del Papa Francisco en la festividad de Santa María, Madre de Dios:

    El Espíritu… derrita lo que está cerrado y nos conceda volvernos tiernos delante de la debilidad del Niño Jesús. La paz de hecho, necesita de la fuerza de la mansedumbre, la fuerza no violenta de la verdad y del amor. En las manos de María, Madre del Redentor, ponemos con confianza filial todas nuestras esperanzas.

    A Ella le pedimos que el evangelio de la fraternidad, anunciado y testimoniado por la Iglesia, pueda hablar a cada conciencia y abatir las murallas que impiden a los enemigos reconocerse como hermanos.

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 2,16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

MEDITACIÓN

Hoy, la Iglesia contempla la maternidad de la Madre de Dios, modelo de su propia maternidad para todos nosotros. Lucas nos presenta el “encuentro” de los pastores “con el Niño”, que estaba acompañado de María, su Madre y de José.

Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, seguimos necesitando de Cristo. Pero pocos lo  recibimos y lo aceptamos, porque nos olvidamos del ejemplo que nos dan María y los pastorcillos.

El Evangelio nos dice que los pastores después de escuchar el mensaje del ángel “fueron a toda prisa”. Es decir, pusieron en práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos.

Para tener a Jesús hay que decidirse a dejar los “rebaños” del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe un Jesús a nuestra medida, sino el único que encontraron los pastorcillos “un niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”.

Para llegar a Jesús hace falta ser humildes, pues la entrada de la cueva es pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos enseña, desde ese pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad, pureza y pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo que da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella “guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón”.



ORACIÓN FINAL

Gracias, Señor, porque hoy me muestras la fe de la Virgen, que meditaba todos los acontecimientos en su corazón. Y los pastores, qué gran lección de humildad y de amor. No preguntan, no cuestionan, con sencillez aceptan el anuncio y salen maravillados después de contemplar a Jesús. Permite, Señor, que en este nuevo año sepa cultivar la unión contigo en la oración, para que pueda verte en todos los acontecimientos. Para ello sé que se necesita más que el deseo o la buena intención, tengo que hacer una opción radical por la oración, que me lleve a dedicarte lo mejor de mi tiempo.

 

El Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:

"Desde los tiempos más antiguos, la Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución Dogmática Lumen Gentium, 66).

 

Palabras del Santo Padre Francisco

«Así como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos de su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso agradecimiento hacia quien ha dado al mundo al Salvador. Por ello le decimos:

“Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, ¡Santa Madre de Dios! Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios; gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra; gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”, olvidada de sí misma, fascinada por el Amor Santo, convertida en una única cosa junto con su esperanza. Gracias, ¡oh Santa Madre de Dios! Reza por nosotros, peregrinos del tiempo; ayúdanos a caminar por la vía de la paz. Amén.”

 (Angelus de S.S. Francisco, 1 de enero de 2017).

martes, 30 de mayo de 2023

DÍA QUINTO VISITACIÓN DE MARÍA A ISABEL

 


ORACIÓN DE COMIENZO

Movida por la disponibilidad y la solidaridad, María viaja hasta una ciudad de Judá, para ayudar a su prima anciana que está en avanzado estado de embarazo. Allí se realiza el encuentro de dos madres y, dentro de él, el encuentro de dos niños que también se reconocen. Lo que sigue está constituido por el canto de María que llamamos el Magníficat. Se trata de una acción de gracias de María.  Abramos nuestros corazones a escuchar la Palabra de Dios.

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38.

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres-, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

MEDITACIÓN

En este texto se acentúa la prontitud de María en servir, en ser sierva. El ángel habla del embarazo de Isabel e, inmediatamente María se dirige de prisa a su casa para ayudarla. De Nazaret hasta la casa de Isabel hay una distancia de más de 100 Km., cuatro días de viaje, ¡como mínimo! No había ni bus, ni tren. María empieza a servir y a cumplir su misión a favor del pueblo de Dios.

Se puso en camino deprisa hacia la montaña. El servicio es lo suyo. Sabe que el Verbo se ha encarnado en ella. Es la madre del Hijo de Dios pero no se le han subido los humos a la cabeza. Es la de siempre, la servidora, y por eso va a visitar a su prima que la necesita. Y va con gozo, con prontitud, con garbo…Alguien ha descrito este viaje como “la primera procesión eucarística”. Podemos imaginar a María sumergida en una oración cósmica. Canta con el sol, con la luna, con las estrellas, y también con los pájaros, con los montes, con la acequia llena de agua, con los pastos del páramo, con las praderas cubiertas de rebaños, con los valles vestidos de mieses. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. ¡Qué abrazo aquel! Son dos mujeres preñadas de historia que simbolizan dos alianzas, dos testamentos, dos pueblos: el antiguo y el nuevo. Y los dos se abrazan en un abrazo íntimo y estrecho. Juan, el último de los profetas, salta de júbilo en el vientre de su madre. Con ese salto de júbilo recibe Israel a Jesús. El A.T. llevaba a Cristo en sus entrañas.

ORACION FINAL

 ¡Oh Virgen de la Salud, Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este lugar manifiestas tu clemencia y tu compasión a todos los que solicitan tu amparo; escucha la oración que con filial confianza te dirigimos y preséntala ante tu Hijo Jesús, único redentor nuestro.

 

 

CANTO DEL MAGNIFICAT

En este canto María se considera parte de los anawim, de los “pobres de Dios”, de aquéllos que “temen a Dios”, poniendo en Él toda su confianza y esperanza y que en el plano humano no gozan de ningún derecho o prestigio. La espiritualidad de los anawin puede ser sintetizada por las palabras del salmo 37,79: “Está delante de Dios en silencio y espera en Él”, porque “aquéllos que esperan en el Señor poseerán la tierra”.
En el Salmo 86,6, el orante, dirigiéndose a Dios, dice: “Da a tu siervo tu fuerza”: aquí el término “siervo” expresa el estar sometido, como también el sentimiento de pertenencia a Dios, de sentirse seguro junto a Él.
Los pobres, en el sentido estrictamente bíblico, son aquéllos que ponen en Dios una confianza incondicionada; por esto han de ser considerados como la parte mejor, cualitativa, del pueblo de Israel.
Los orgullosos, por el contrario, son los que ponen toda su confianza en sí mismos.
Ahora, según el Magníficat, los pobres tienen muchísimos motivos para alegrarse, porque Dios glorifica a los anawim (Sal 149,4) y desprecia a los orgullosos. Una imagen del N. T. que traduce muy bien el comportamiento del pobre del A. T., es la del publicano que con humildad se golpea el pecho, mientras el fariseo complaciéndose de sus méritos se consuma en el orgullo (Lc 18,9-14). En definitiva María celebra todo lo que Dios ha obrado en ella y cuanto obra en el creyente. Gozo y gratitud caracterizan este himno de salvación, que reconoce grande a Dios, pero que también hace grande a quien lo canta.

lunes, 29 de mayo de 2023

DÍA CUARTO ANUNCIACIÓN DE NUESTRA SEÑORA

 

ORACIÓN DE COMIENZO

Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada aceptando, al anunciárselo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo; tú que la has transformado, por obra del Espíritu Santo, en templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón. Por nuestro Señor.

MEDITACIÓN

Como toda mujer de pueblo, María tiene sueños, deseos, proyectos... sin embargo, esta mujer se encuentra cara a cara con los deseos, proyectos y sueños de Dios. Dios quiere algo de esta mujer, y ella se compromete con Él. 

El camino de dejar proyectos que no son los de Dios, el camino de renunciar a los ídolos del dinero, la ambición y el poder, para que Dios reine en la justicia, la verdad y la paz; para que se "haga en nosotros su palabra".

Jesús es el centro de esta fiesta, y su madre es el instrumento fiel para la realización del plan de Dios, por eso la “llena de gracia”. Pero Dios sigue derramando su gracia en su pueblo para que seamos fieles a su proyecto -su reino-, y tengamos la capacidad de llevarlo adelante procurando que Jesús sea el Señor, que seamos capaces de ser hermanos y que “no temamos” ante el desafío porque el Espíritu de Dios nos acompaña.

San Pablo VI dice de María: “La iglesia siempre ha propuesto a María a los fieles como un ejemplo a imitar, no precisamente en el tipo de vida que llevó, y mucho menos por el ambiente sociocultural en el cual vivió y que escasamente existe en el mundo de hoy. Más bien, ella se nos muestra como un ejemplo a los fieles por la manera en que, en su vida propia, aceptó total y responsablemente la palabra de Dios, y actuó según ella, porque la caridad y el espíritu de servicio eran la fuerza que conducía sus acciones. Ella es digna de ser imitada porque fue la primera y más perfecta de las discípulas de Cristo”.

 

ORACIÓN FINAL

Dios mío, gracias por quedarte en la Eucaristía y por darme a María como madre y modelo de mi vida. Contemplar su gozo, su actitud de acogida y aceptación, su humildad, me motivan a exclamar con gozo: heme aquí Señor, débil e infiel, pero lleno de alegría por saber que con tu gracia, las cosas pueden y van a cambiar.

 


Catecismo de la Iglesia Católica

490-493.

«¡Alégrate!, llena de gracia» (Lc 1,28).

Para ser la Madre del Salvador, María fue “dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante” (Vaticano II LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como “llena de gracia”. En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente conducida por la gracia de Dios.

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María “llena de gracia” por había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: «… la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género.

Esta “resplandeciente santidad del todo singular” de la que ella fue “enriquecida desde el primer instante de su concepción” (LG 56), le viene toda entera de Cristo: ella es “redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo” (LG 53). El Padre la ha “bendecido […] con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo” (Ef 1, 3) más que a ninguna otra persona creada. Él la ha “elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor” (cf. Ef 1, 4).

Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios “la Toda Santa” (Panaghia), la celebran “como inmune de toda mancha de pecado y como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo” (LG 56). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.