La Diócesis de Salamanca está dividida eclesiásticamente en 7 arciprestazgos: 3 urbanos y 4 rurales, que comprenden 30 parroquias urbanas y 375 parroquias rurales, incluidos también otros centros de culto. La Parroquia San Pedro Apóstol de Salamanca pertenece al Arciprestazgo de San Pedro Apóstol, en Trastormes. Aquí os mantendremos informados de la actualidad parroquial. Sita en la Calle La Iglesia, 51 37008 Salamanca. Teléfono 923 19 86 99 Su párroco actual es D. José Luís Sánchez Moyano.
miércoles, 10 de abril de 2019
VÍA CRUCIS 2019
Os dejamos un reportaje fotográfico del Vía Crucis que tuvimos el pasado día 5 de abril en la parroquia, organizado por la cofradía de la Virgen de la Salud y la real cofradía de Cristo Yacente y de la Agonía Redentora; presidido por nuestro párroco Jose Luis, con la participación musical del coro de la parroquia y la A.M. de Cristo Yacente y en las lecturas de las estaciones por los cofrades y fieles de la parroquia

viernes, 5 de abril de 2019
CUARESMA 2019 QUINTO VIERNES DE CUARESMA
Evangelio
Mientras lo conducían, echaron mano
de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para
que la llevase detrás de Jesús
Lucas 23, 26
Meditaciones vía crucis del coliseo 30 marzo
2018:
Quinta estación
Te veo, Jesús, aplastado bajo el peso de la cruz. Veo
que tú solo no puedes; precisamente en el momento de más dificultad, te has
quedado solo, ya no están los que se decían amigos tuyos: Judas te ha
traicionado, Pedro te ha renegado, los otros te han abandonado. Pero de repente
sucede un encuentro imprevisto, alguien, un hombre cualquiera que tal vez te
escuchó hablar pero no te siguió, ahora está aquí, a tu lado, hombro con
hombro, para compartir tu yugo. Se llama Simón y es un extranjero que viene de
lejos, de Cirene. Hoy, para él, es algo inesperado, que se le revela como un
encuentro.
Son infinitos los encuentros y desencuentros que
vivimos cada día, sobre todo para nosotros, los jóvenes, que entramos
continuamente en contacto con realidades nuevas, con nuevas personas. Y en el
encuentro inesperado, en lo accidental, en la sorpresa desconcertante, es donde
se esconde la oportunidad para amar, para reconocer lo mejor del prójimo, aun
cuando nos parezca diferente.
Jesús, algunas veces nos sentimos como tú, abandonados
por los que creíamos que eran nuestros amigos, bajo un peso que nos aplasta.
Pero no debemos olvidar que hay un Simón de Cirene dispuesto para cargar con
nuestra cruz. No debemos olvidar que no estamos solos, y esta certeza nos dará
la fuerza para hacernos cargo de la cruz del que está a nuestro lado.
Te veo, Jesús: ahora parece que sientes un poco de
alivio, ahora que ya no estás solo puedes respirar por un instante. Y veo a
Simón: quién sabe si ha experimentado que tu yugo es ligero, quién sabe si se
da cuenta de lo que significa ese imprevisto en su vida.
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fotografia de Salamanca Costalera |
Consejos para vivir la cuaresma:
Simón de Cirene, el cirineo, un hombre cualquiera, como podemos ser tú,
yo o esa persona con la que coincides en el autobús, en el supermercado, etc. Pero
que no es cualquier persona, el ayudo a Jesús en su camino al Gólgota, donde se
dirigía a morir.

Si lo pensamos, ¿cuántas veces necesitamos que alguien nos ayude y nos
alivie un poco el peso de nuestras cargas? ¿Cuánto agradecemos cuando un amigo
o familiar nos dice que te pasa, aquí estoy? E incluso un desconocido, que te
ve mal y se preocupa por ti. Pero no es en nuestras necesidades en las que
tenemos que fijarnos en este momento, si no en Simón y en lo que hizo, no era
el quien necesitaba ayuda si no quien la daba, vio a alguien sufriendo y le
ayudo, le sirvió, sin saberlo siguió las palabras que nos dice Jesús en la última
cena “no he venido a ser servido, si no a servir” y ahí estaba el sirviendo al
Hijo de Dios. ¿Y nosotros? ¿Cuándo servimos nosotros al hijo de Dios? ¿Y a los demás?
¿Cuándo nos preocupamos por nuestro prójimo, por las personas que tenemos cerca
o por las que están más lejos pero que sufren al llevar sus cruces? ¿Vemos cómo
nuestros familiares sufren por alguna cosa y les apoyamos incondicionalmente? ¿Cuándo
un amigo está mal por algo, nos sentamos a su lado y le decimos aquí estoy o
nos ponemos analizar y reprochar lo que ha hecho mal? ¿Cuándo nos enteramos de
que hay personas sufriendo por una razón o por otra, buscamos la forma de poder
ayudar o nos quedamos cómodamente en nuestro sofá viéndolos sufrir sin que se
nos remueva la conciencia?
Seamos como Simón, simplemente acompañemos, ayudemos, estemos para
quien nos necesite, aliviemos un poco la carga de sus cruces al acompañarles en
su camino.
viernes, 29 de marzo de 2019
CUARESMA 2019 CUARTO VIERNES DE CUARESMA
Evangelio
11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 12 y
el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes.
13 No muchos días después, juntándolo todo el
hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus
bienes viviendo perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo
malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle, 15 y
fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a
su hacienda para que apacentase cerdos 16 y deseaba
llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba, 17 y
volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 me
levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti 19 ya no soy digno de ser llamado tu hijo;
hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando
aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó
sobre su cuello, y le besó, 21 y el hijo le dijo: Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu
hijo. 22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el
mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y
comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto
era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y
cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y
llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él
le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por
haberle recibido bueno y sano.
28 Entonces se enojó, y no quería entrar.
Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase, 29 más
él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote
desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis
amigos, 30 pero cuando vino este tu hijo, que ha
consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31 Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre
estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas, 32 mas era
necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado.
Palabras del Papa:
Hacer todas las noches el «examen de
conciencia» como una oración, para identificar si lo que nos ha movido en la
jornada ha sido «el Espíritu de Dios o el espíritu del mundo», es un ejercicio
decisivo en nuestro «combate espiritual» que nos lleva a «entender el corazón»
y «el sentido de Cristo».
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2018/documents/papa-francesco-cotidie_20180904_examen-conciencia.html
Consejos para vivir la cuaresma:
Este viernes, nos centraremos en las palabras del evangelio, en el perdón,
en pedir perdón por nuestros errores, perdonar a los otros y el perdón del
padre.
Pedir perdón, como el hijo que le reclama a su padre lo que le corresponde de
herencia, se va y se equivoca, dándose cuenta de su error, lo medita y se da
cuenta de que debe pedir perdón, porque se alejó del camino que debía seguir,
por uno que él pensaba mejor sin valorar los consejos que su padre le daba.
En nuestro día a día como nos dicen también las palabras del Papa,
debemos hacer examen de conciencia para tratar de no cometer los mismos
errores, siempre nos va a resultar difícil, pero a base de esfuerzo se conseguirá,
este examen de conciencia también nos llevara a la humildad para poder pedir perdón,
a quien hemos hecho daño y para continuar nuestro camino, contra todos nuestros
defectos solo podemos luchar si nos apoyamos en la humildad, que nos acerca al
servicio a los demás, sin más pretensión que el saber que lo que hacemos lo
hacemos por los demás, sin esperar nada a cambio.
Perdón del padre, por muy grandes que sean nuestros fallos, el amor incondicional de
nuestros padres nos los va a perdonar y sin necesidad de que vayamos a ellos y
les digamos un lo siento. Ellos nos van a guiar para que no repitamos esos
mismos errores
Perdón a los demás, ¿quién somos nosotros para perdonar a otros, si cometemos los mismos
errores o más grandes? Si alguien ha hecho algo en nuestra contra y arrepentido
viene a pedirnos perdón, solo podemos perdonarle, su arrepentimiento vale más
que cualquier enojo que podamos tener con esa persona
Si volvemos a la parábola del hijo prodigo, el primer perdón, el del
hijo a padre nos refleja a nosotros mismos en nuestra vida diaria y en nuestra
relación con Dios, cuando nos damos cuenta de nuestros errores y acudimos a
confesarnos con humildad. El segunde perdón, el del Padre, que no es otro que
Dios, lo recibimos siempre y con un padre con los brazos abiertos, con ese amor
incondicional del que hablábamos que tienen los padres, que todo lo perdonan.
El tercer perdón, el perdón a los demás, ese lo vemos en el hermano que se quedó
con el padre, no entiende que su padre perdone a su hermano, el ve los errores
que este ha cometido y que el en su soberbia de creerse perfecto no perdona,
tras hablar con su padre, tras reflexionar con el Padre, aunque el texto no lo
dice, sabemos que el también perdona a su hermano y se baja de ese pedestal en
el que se ha colocado al creerse perfecto, también el seguramente pidió perdón a
su padre por sus propios errores.
Finalizamos esta reflexión diciendo que no hay mayor satisfacción que
saberse perdonado tras haber reconocido nuestros errores, ni mayor recompensa
que la humildad y el esfuerzo a la hora de no intentar volver a cometerlos
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