viernes, 3 de abril de 2020

VIERNES DE DOLORES

Aunque en estos momentos no podemos salir de nuestras casa para ver las procesiones y rezar en las calles a Jesús y María, si lo podemos hacer desde casa, por ello os queremos dejar, HOY, viernes de dolores, el rezo del via matris, uniéndonos a María en su dolor por la perdida de su hijo


imagen de la dolorosa de la Cofradia de la Vera Cruz, fotografía del diario tribuna de salamanca


«VIA MATRIS»

INTRODUCCIÓN
G. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
A. Amén.

SALUDO
G. Señor, te alabamos y te bendecimos.
A. Porque en la obra de la salvación asociaste a la Virgen Madre.
G. Contemplamos tu dolor, Santa María.
A. Para seguirte en el camino de la fe.

MONICIÓN
G. Hermanos y hermanas,
nos hemos reunido para recorrer las etapas del camino de dolor, que la Virgen santa recorrió en íntima unión con su Hijo.
Por disposición de la divina Providencia, la Virgen fue la madre del Redentor, su fiel compañera en todos sus caminos:
donde los caminos dolorosos de la infancia en Belén, Nazaret y Egipto, hasta la subida al Monte Calvario.
La Iglesia ve a María como la imagen perfecta del discípulo de Cristo : porque ella, olvidándose de sí misma, vivió en el servicio a Dios y a los hombres, acogió con fe la palabra y subió hasta la cruz, verdadero árbol de la vida.
La intercesión de la Virgen nos ayude a vivir en nosotros el misterio de Cristo crucificado, conscientes de que si sufrimos con Cristo, con Él seremos glorificados.

ORACIÓN
G. Dios nuestro,
tú que quisiste que la vida de la Virgen estuviera marcada por el misterio del dolor,
haz que caminemos con Ella por el sendero de la fe y unamos nuestros sufrimientos a la pasión de Cristo para que se transformen en motivo de gracia e instrumento de salvación.
Por Cristo nuestro Señor.
A. Amén.

PRIMER DOLOR: MARÍA ACOGE EN LA FE LA PROFECÍA DE SIMEÓN

Vendrá a su Templo el Señor
a quien ustedes buscan ; el Ángel de la alianza, que desean.
Clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén,
clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá : “Ahí está su Dios”
(Mal 3, 1 ; Is 40, 9)
V. Te alabamos, Santa María,
R. Madre fiel junto a la cruz de tu Hijo.

LECTURA EVANGÉLICA Lc 2, 22. 25. 34-35
L. Cuando – según la ley de Moisés - se cumplieron los días de la purificación, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor. Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso; esperaba la redención de Israel ; y estaba en él el Espíritu Santo.
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Mira, este niño está puesto para ruina y salvación de muchos en Israel y para ser señal de contradicción a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones; ¡y a tí misma una espada te atravesará el alma!”.
Pausa de silencio

SALMO DE MEDITACIÓN Salmo 40 (39)
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
No querías ni sacrificio ni oblación,
no pedías holocaustos ni víctimas,
dije entonces : “Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.” R/.
En el libro de la ley está escrito de mí
que he de hacer tu voluntad.
Oh Dios mío, en tu ley me complazco
en lo profundo de mi corazón. R/.

ORACIÓN A LA VIRGEN
G. Ave María.
A. Santa María.

CANTO DE PROCESIÓN

Este es el tiempo de nuestra pasión,
subamos con Él a Jerusalén,
se cumpla en nosotros la misma suerte.

SEGUNDO DOLOR: MARÍA HUYE A EGIPTO CON JESÚS Y JOSÉ

Contigo estoy yo, para librarte y salvarte.
de manos de los malvados
y te volveré a la tierra de tus padres.
(Jr 15, 20-21)
V. Te alabamos, Santa María,
R. Madre fiel junto a la cruz de tu Hijo.

LECTURA EVANGÉLICA Mt 2, 13-15
L. El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al Niño y a su Madre y huye a Egipto, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo”. Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su Madre y se retiró a Egipto; y allí estuvo hasta la muerte de Herodes.
Pausa de silencio

SALMO DE MEDITACIÓN Salmo 118 (117)
R/. El Señor está conmigo, ¿a quién temeré ?
En el peligro grité al Señor,
y él me escuchó, poniéndome a salvo.
El Señor está conmigo, no temo;
¿qué puede hacerme el hombre? R/.
El Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
No he de morir, viviré
Para contar las hazañas del Señor. R/.

ORACIÓN A LA VIRGEN
G. Ave María.
A. Santa María.

CANTO DE PROCESIÓN
Y tú, Madre, continúa llorando,
no sobre de Él sino sobre nosotros,
siempre restringidos en un estado de muerte.

TERCER DOLOR: MARÍA BUSCA A JESÚS PERDIDO EN JERUSALÉN

¿A dónde se ha ido tu amado, oh la más hermosa de las mujeres ?
¿A dónde se ha ido, y lo buscaremos contigo ?
(Cant 6, 1)
V. Te alabamos, Santa María,
R. Madre fiel junto a la cruz de tu Hijo.

LECTURA EVANGÉLICA Lc 2, 41-46. 48-49
L. Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén a la celebración de la Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, fueron todos, como de costumbre a la fiesta; al volverse ellos, el niño Jesús se quedó en la ciudad, sin saberlo sus padres. Creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y lo buscaban entre los parientes y conocidos ; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Al cabo de tres días, lo hallaron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles. Y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”. El les dijo: “¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”
Pausa de silencio

SALMO DE MEDITACIÓN Salmo 116 (115)
R/. Mi alegría, Señor, es hacer tu voluntad.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R/.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.

ORACIÓN A LA VIRGEN
G. Ave María.
A. Santa María.

CANTO DE PROCESIÓN
Haz que vivamos contigo el “Paso por la vida”,
llevando los unos el peso de los otros,
llorando contigo el llanto del mundo.

CUARTO DOLOR: MARÍA ENCUENTRA A JESÚS CAMINO DEL CALVARIO

¿A quién te compararé, hija de Jerusalén?
¿Quién te podrá consolar, virgen hija de Sión?
Grande como el mar es tu dolor: ¿quién te consolará?
(Lam 2, 13)
V. Te alabamos, Santa María,
R. Madre fiel junto a la cruz de tu Hijo.

LECTURA EVANGÉLICA Lc 23, 26-28
L. Cuando llevaban a Jesús para crucificarlo, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo : “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí ; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.”
Pausa de silencio

SALMO DE MEDITACIÓN Salmo 24 (23)
R/. Muéstranos, Padre, el rostro de tu amor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes;
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso. R/.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia del Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.

ORACIÓN A LA VIRGEN
G. Ave María.
A. Santa María.

CANTO DE PROCESIÓN
Madre, tu eres toda mujer que ama,
Madre, tu eres toda madre que llora
A un hijo muerto, o a un hijo traicionado.

QUINTO DOLOR: MARÍA ESTÁ JUNTO A LA CRUZ DE SU HIJO

Y mirarán a aquél a quien traspasaron,
harán lamentación por él como por un hijo único,
y le llorarán amargamente como se llora a un primogénito.
(Zac 12, 10b)
V. Te alabamos, Santa María,
R. Madre fiel junto a la cruz de tu Hijo.

LECTURA EVANGÉLICA Lc 23, 33 ; Jn 19, 25-27 ; Lc 23, 44-46.
L. Cuando llegaron al lugar que se llama Calvario, crucificaron a Jesús, también a los dos criminales; uno a su derecha y otro a su izquierda. Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofás, y María Magdalena. Jesús viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo.” Luego dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Eran ya las tres de la tarde. Jesús, dando una gran voz, dijo : “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. Y diciendo esto expiró.
Pausa de silencio

SALMO DE MEDITACIÓN Salmo 31 (30)
R/. Padre, en tus manos confío mi vida.
A ti, Señor, me acojo :
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios fiel, me librarás. R/.
Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: “Tú eres mi Dios”.
En tu mano está mi destino.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
¡sálvame, por tu misericordia! R/.

ORACIÓN A LA VIRGEN
G. Ave María.
A. Santa María.

CANTO DE PROCESIÓN
Como tú misma ofreciste tu dolor al Padre,
ahora te pedimos que ofrezcas también nuestros dolores
de modo que ninguno sea en vano.

SEXTO DOLOR: MARÍA RECIBE EN SU SENO EL CUERPO DE JESÚS BAJADO DE LA CRUZ

Me han arrancado la paz, y ni me acuerdo de la dicha.
Me digo : se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor !
No hago más que pensar en ello y mi alma está abatida.
Pero hay algo que traigo a la memoria y me da esperanza:
que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión.
El Señor es bueno para los que en él esperan y lo buscan;
es bueno esperar en silencio la salvación del Señor.
(Lam 3, 17-18. 20-22. 25-26)
V. Te alabamos, Santa María,
R. Madre fiel junto a la cruz de tu Hijo.

LECTURA EVANGÉLICA Mc 15, 42-46
L. Al caer la tarde, como era la preparación de la Pascua, es decir, la víspera del sábado, llegó José de Arimatea, que era un miembro distinguido del Consejo de Ancianos y esperaba el reino de Dios, y tuvo el valor de presentarse a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extraño de que ya hubiera muerto y, llamando al centurión le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz.
Pausa de silencio

SALMO DE MEDITACIÓN Salmo 114 (116)
R/. Mi alma espera en el Señor.
Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.
Invoqué el nombre del Señor :
“Señor, salva mi vida”. R/.
Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno contigo :
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. R/.

ORACIÓN A LA VIRGEN
G. Ave María.
A. Santa María.

CANTO DE PROCESIÓN
Que ninguno profane el dolor de la muerte:
no existe nada más grato en el mundo,
que saber llorar el llanto del ser humano.

SÉPTIMO DOLOR: MARÍA ENTREGA EL CUERPO DE JESÚS AL SEPULCRO EN ESPERA DE LA RESURRECCIÓN

Y se puso su sepultura entre los malvados
y con los ricos su tumba,
por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca.
Por las fatigas de su alma, verá la luz.
(Is 53, 9. 11a)
V. Te alabamos, Santa María,
R. Madre fiel junto a la cruz de tu Hijo.

LECTURA EVANGÉLICA Jn 19,39-42
L. Fue Nicodemo, aquel que anteriormente había ido a ver a Jesús de noche, con una mezcla de unas cien libras de mirra y áloe. José de Arimatea y Nicodemo tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto y, en el huerto, un sepulcro nuevo en el que nadie todavía había sido depositado. Allí pues, pusieron a Jesús.
Pausa de silencio.

SALMO DE MEDITACIÓN Salmo 62 (63)
R/. Señor, mi alma está sedienta de ti.
¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua. R/.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene. R/.

ORACIÓN A LA VIRGEN
G. Ave María.
A. Santa María.

CANTO DE PROCESIÓN
Tu piedad es nuestra certidumbre
de ser también nosotros escuchados,
y de gozar hasta en el llanto.

ORACIÓN DE INTERCESIÓN
G. Encomendemos nuestra vida y la de nuestros hermanos y hermanas a la protección de la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, para que presente ella misma nuestras súplicas al Padre.
1. L. Acuérdate, Virgen Madre de Dios, de toda la Iglesia, nacida de la cruz de tu Hijo, santificada por su sangre y extendida por el mundo entero.
A. Acuérdate, Virgen Madre.

2. L. Acuérdate, Virgen Reina de la paz, de los que gobiernan las naciones; frena los deseos de violencia y de guerra; ayuda y fortalece a los cristianos, para que puedan llevar una vida honesta y pacífica, glorificando el nombre de Cristo redentor.
A. Acuérdate, Virgen Madre.

3. L. Acuérdate, Virgen Madre de la vida, de los ancianos e inválidos, de los enfermos y de los que sufren, de los emigrantes y exiliados, de los que son perseguidos por su compromiso en favor de la justicia y la paz o a causa del nombre de Cristo.
A. Acuérdate, Virgen Madre.

4. L. Acuérdate, Virgen Madre de misericordia, de nosotros pobres pecadores e indignos siervos tuyos; de los que no creen en Dios o no conocen a tu Hijo.
A. Acuérdate, Virgen Madre.

5. L. Acuérdate, Virgen Madre dolorosa, que eres Madre nuestra por voluntad de tu Hijo moribundo: no olvides los dolores que padeciste por nosotros; intercede ante tu Hijo para que obtengamos la firmeza de la fe, la alegría de la esperanza, el fervor de la caridad y el don de la unidad.
A. Acuérdate, Virgen Madre.

Escucha, oh Padre, a tu pueblo que, junto con la santa Virgen María, ha recordado la obra de la Redención. Concédenos a estos siervos tuyos, de vivir unidos a ella durante esta vida, para llegar también con ella a la alegría plena de tu Reino. Por Cristo nuestro Señor.
A. Amén.
ACLAMACIÓN
Bendita eres tú, Reina de los mártires:
porque asociada a la pasión de Cristo,
te has hecho nuestra madre,
signo de esperanza en nuestro camino.


DESPEDIDA
G. La cruz de Cristo sea consuelo en nuestro camino, para que siguiendo las huellas de la Virgen Madre y compartiendo la pasión de su Hijo, lleguemos a la gloria del Reino.
A. Amén.
Si quien preside es un presbítero o un diácono, bendice a los fieles diciendo:
G. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes, y permanezca para siempre.
A. Amén.
G. Nos proteja Santa María, y nos guíe benignamente por el camino de la vida.
A. Amén.

lunes, 30 de marzo de 2020

AYUDA PARA LA ORACIÓN



En estos momentos, donde el confinamiento nos agobia y necesitamos ocupar todo nuestro tiempo, también debemos parar la actividad frenética del día y aprovechar para dedicarnos un ratito a nosotros y a la oración.
Os dejamos unos sencillos pasos para que podáis dedicar unos minutos del día a encontraros a vosotros mismos y a Dios

1. Busca un lugar tranquilo, donde puedas estar solo
2. Ponte en una postura cómoda, haz silencio, respira lentamente y tranquiliza tu cuerpo
3. Haz la señal de la cruz y pide al Espíritu qeu te ayude a estar en presencia del Señor durante la oración
4. Escoge una lectura de la biblia,puede ser un pasaje que te guste o uno al azar, léelo lentamente y medita las palabras que dice, piensa como puedes llevar a tu vida diaria lo que te enseña la palabra de Dios.
5. Expón tu día al Señor, cuéntale tus preocupaciones diarias, tus alegrías
6. Elije una oración y recítala despacio, saboreando cada palabra
7. finaliza dando gracias por lo que tienes cada día y pidiendo fortaleza y voluntad para afrontar el día siguiente

Estos son solo algunos pasos para hacer oración. también nos puede ayudar poner música de fondo, incluso la letra de algunas canciones nos puede llevar a la oración, en la lectura se pueden incluir libros como los de Santa Teresa, poemas como los de San Francisco de Asís, o cualquier otro que nos pueda llevar al encuentro con Dios

viernes, 27 de marzo de 2020

VIA CRUCIS


PASIÓN DEL SEÑOR

VÍA CRUCIS
COLISEO
ROMA, 19 DE ABRIL DE 2019


I Estación
Jesús es condenado a muerte
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (
Mt 7,21)
Reflexión: Señor, ¿quién mejor que María, tu Madre, supo ser tu discípula? Ella aceptó la voluntad del Padre incluso en el momento más oscuro de su vida, y con su corazón destrozado estuvo a tu lado. La que te engendró, te llevó en su seno, te recibió en sus brazos, te alimentó con amor y te acompañó durante tu vida terrenal, debía recorrer tu misma vía del Calvario y compartir contigo el momento más dramático y doloroso de tu vida y de la suya.
Oración: Señor, ¿cuántas madres viven todavía hoy la experiencia de tu Madre y lloran por el destino de sus hijas y sus hijos? ¿Cuántas, después de haberlos engendrado y dado a luz, los ven sufrir y morir por las enfermedades, la falta de alimentos, de agua, de atención médica y oportunidades de vida y de futuro? Te pedimos por aquellos que ocupan puestos de responsabilidad, para que puedan escuchar el clamor de los pobres que sube a Ti desde todo el mundo. El grito de todas esas jóvenes vidas, que de muchos modos están condenadas a muerte por la indiferencia generada por políticas exclusivas y egoístas. Que no falte a ninguno de tus hijos el trabajo y lo necesario para una vida honrada y digna.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a hacer tu voluntad”
― En los momentos de dificultad y desesperación.
― En los momentos de sufrimiento físico y moral.
― En los momentos de oscuridad y soledad.






II Estación
Jesús con la cruz a cuestas
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga» (Lc 9,23)
Reflexión: Señor Jesús, es fácil llevar el crucifijo al cuello o colgarlo como un ornamento en las paredes de nuestras hermosas catedrales o nuestras casas, pero no es tan fácil encontrar y reconocer los nuevos crucificados de hoy: las personas sin hogar, los jóvenes sin esperanza, sin trabajo y sin perspectivas, los inmigrantes obligados a vivir en las barracas en los márgenes de nuestra sociedad, después de haber padecido sufrimientos inauditos. Lamentablemente, estos campamentos sin seguridad son quemados y arrasados, junto con los sueños y esperanzas de miles de hombres y mujeres marginados, explotados y olvidados. Además, ¡cuántos niños son discriminados a causa de su origen, del color de su piel o de su clase social!, ¡cuántas madres sufren la humillación de ver a sus hijos ridiculizados y excluidos de las mismas oportunidades que tienen sus coetáneos y compañeros de escuela!
Oración: Te damos gracias, Señor, porque con tu propia vida nos has dado ejemplo de cómo se manifiesta el amor verdadero y desinteresado hacia los demás, especialmente hacia los enemigos o simplemente hacia el que no es como nosotros. Señor Jesús, cuántas veces también nosotros, igual que tus discípulos, nos hemos declarado abiertamente seguidores tuyos en los momentos en que realizabas curaciones y prodigios, cuando alimentabas a la multitud y perdonabas los pecados. Pero no fue tan fácil entenderte cuando hablabas de servicio y perdón, de renuncia y sufrimiento. Ayúdanos a que sepamos poner siempre nuestras vidas al servicio de los demás.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a esperar”
― Cuando nos sentimos abandonados y solos.
― Cuando es difícil seguir tus pasos.
― Cuando el servicio a los demás se hace difícil.

III Estación
Jesús cae por primera vez
«Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores» (Is 53,4)
Reflexión: Señor Jesús, en el camino empinado que conduce al Calvario has querido experimentar la fragilidad y la debilidad humana. ¿Cómo sería hoy la Iglesia sin la presencia y la generosidad de tantos voluntarios, los nuevos samaritanos del tercer milenio? En una fría noche de enero, en una calle de las afueras de Roma, tres africanas casi niñas calentaban sus cuerpos jóvenes y semidesnudos acurrucadas en el suelo alrededor de un brasero. Algunos jóvenes, pasando con el automóvil, arrojaron material inflamable al fuego para divertirse, quemándolas gravemente. En ese preciso momento, pasó una de las muchas unidades callejeras de voluntarios que las socorrió y las llevó al hospital para acogerlas después en una casa hogar. ¿Cuánto tiempo pasó y ha de pasar para que esas muchachas se curen, no solo de las quemaduras de sus miembros, sino también del dolor y de la humillación de encontrarse con un cuerpo mutilado y desfigurado para siempre?
Oración: Señor, te agradecemos la presencia de tantos nuevos samaritanos del tercer milenio que viven hoy la experiencia del camino, inclinándose con amor y compasión sobre las numerosas heridas físicas y morales de los que cada noche viven en el miedo y el terror de la oscuridad, de la soledad y de la indiferencia. Señor, hoy por desgracia ya no sabemos descubrir muchas veces quien está necesitado, ni ver quien está herido y humillado. A menudo reclamamos nuestros derechos e intereses, pero olvidamos los de los pobres y los últimos de la fila. Señor, danos la gracia de no ser insensibles a sus lágrimas, a sus sufrimientos, a su grito de dolor porque a través de ellos podemos encontrarte.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a amar”
― Cuando es difícil ser samaritanos.
― Cuando nos cuesta perdonar.
― Cuando no queremos ver el sufrimiento de los demás.

IV Estación
Jesús encuentra a su Madre
«Una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones» (cf. Lc 2,35)
Reflexión: María, cuando presentaste al pequeño Jesús en el templo para el rito de la purificación, el viejo Simeón te predijo que una espada atravesaría tu corazón. Ahora es el momento de renovar tu fiat, tu adhesión a la voluntad del Padre, a pesar de que acompañar a un hijo al patíbulo, tratado como un criminal, causa un dolor desgarrador. Señor, ten piedad de tantas madres, demasiadas, que han dejado partir hacia Europa a sus jóvenes hijas con la esperanza de ayudar a sus familias que viven en la extrema pobreza, encontrando en cambio humillaciones, desprecio e incluso, a veces, la muerte. Como la joven Tina, asesinada brutalmente en una calle con solo veinte años, dejando a una niña de pocos meses.
Oración: María, en este momento vives el mismo drama de muchas madres que sufren por sus hijos que se han ido a otros países con la esperanza de encontrar una oportunidad para un futuro mejor, para ellos y para sus familias, pero que, por desgracia, han encontrado humillación, desprecio, violencia, indiferencia, soledad e incluso la muerte. Dales fuerza y valor.
Oremos juntos diciendo: “Señor, haz que sepamos dar siempre apoyo y consuelo, y estar presentes para ofrecer ayuda”
― Para consolar a las madres que lloran el destino de sus hijos.
― Para quien ha perdido toda esperanza en su vida.
― Para quien sufre violencia y desprecio todos los días.

V Estación
El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz
«Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la ley de Cristo» (Ga 6,2)
Reflexión: Señor Jesús, en el camino al Calvario sentiste el peso y la dificultad de llevar esa áspera cruz de madera. En vano esperaste el gesto de ayuda de un amigo, de uno de tus discípulos o de una de las muchas personas a quienes aliviaste sus sufrimientos. Lamentablemente, solo un desconocido, Simón de Cirene, por obligación, te echó una mano. ¿Dónde están hoy los nuevos cireneos del tercer milenio? ¿Dónde los encontramos? Me gustaría mencionar la experiencia de un grupo de religiosas de diferentes nacionalidades, orígenes e institutos de proveniencia con las que, durante más de diecisiete años, visitamos en Roma todos los sábados un centro para mujeres inmigrantes indocumentadas. Mujeres, a menudo jóvenes, en espera de conocer su destino, en vilo entre la deportación y la posibilidad de quedarse. Cuánto sufrimiento, pero también cuánta alegría percibimos en estas mujeres cuando encuentran religiosas provenientes de sus países, que hablan sus lenguas, que secan sus lágrimas, que comparten momentos de oración y de fiesta, que vuelven menos crueles los largos meses pasados entre rejas y en sórdidas calles.
Oración: Por todos los cireneos de nuestra historia. Para que nunca les falte el deseo de acogerte bajo la apariencia de los últimos de la tierra, conscientes de que, al tender la mano a los más pobres de nuestra sociedad, te acogemos a ti. Que ellos sean samaritanos portavoces de aquellos que no tienen voz.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a llevar nuestra cruz”
― Cuando estamos cansados y desanimados.
― Cuando sentimos el peso de nuestras debilidades.
― Cuando nos pides que compartamos los sufrimientos de los demás.

VI Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40)
Reflexión: Pensemos en los niños de diversas partes del mundo que no pueden ir a la escuela y que, en cambio, son explotados en las minas, en los campos, en la pesca; vendidos y comprados por traficantes de carne humana, para trasplantes de órganos; abusados y explotados en nuestras calles por muchos, incluidos los cristianos, que han perdido el sentido de la sacralidad propia y de los demás. Como una menor de edad de cuerpo diminuto, encontrada una noche en Roma, a la que hombres en automóviles lujosos hacían fila para aprovecharse de ella. Y, sin embargo, podía tener la misma edad de sus hijas... ¡Qué desequilibrio puede crear esta violencia en la vida de tantas jóvenes que experimentan solo el abuso, la arrogancia y la indiferencia de aquellos que, de noche y de día, las buscan, las usan, se aprovechan de ellas, y luego las arrojan de vuelta a la calle para caer en las garras del próximo comerciante de vidas!
Oración: Señor Jesús, limpia nuestros ojos para que sepamos descubrir tu rostro en nuestros hermanos y hermanas, especialmente en todos aquellos niños que, en muchas partes del mundo, viven en la miseria y en la degradación. Niños privados del derecho a una infancia feliz, a una educación escolar, a la inocencia. Criaturas usadas como mercancía barata, vendidas y compradas por placer. Señor, te pedimos que tengas piedad y compasión de este mundo enfermo y ayúdanos a redescubrir la belleza de nuestra dignidad como seres humanos, creados a tu imagen y semejanza.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a ver”
― El rostro de los niños inocentes que piden ayuda.
― Las injusticias sociales.
― La dignidad que cada persona posee y que es pisoteada.







VII Estación
Jesús cae por segunda vez
«Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente» (1 P 2,23)
Reflexión: ¡Cuántas venganzas en este nuestro tiempo! La sociedad actual ha perdido el gran valor del perdón, don por excelencia, curación para las heridas, fundamento de la paz y de la convivencia humana. En una sociedad donde el perdón se experimenta como debilidad, tú, Señor, nos pides que no nos quedemos en las apariencias. Y no lo haces con palabras, sino con el ejemplo. A los que te atormentan, tú les respondes: “¿Por qué me perseguís?”, sabiendo muy bien que la verdadera justicia nunca puede basarse en el odio y la venganza. Haznos capaces de pedir y dar perdón.
Oración: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Señor, también tú sentiste el peso de la condena, del rechazo, del abandono, del sufrimiento ocasionado por personas que te habían encontrado, acogido y seguido. Con la certeza de que el Padre no te había abandonado, encontraste la fuerza para aceptar su voluntad perdonando, amando y ofreciendo esperanza a quien como tú recorre hoy el mismo camino de burla, desprecio, escarnio, abandono, traición y soledad.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar consuelo”
― A quien se siente ofendido e insultado.
― A quien se siente traicionado y humillado.
― A quien se siente juzgado y condenado.

VIII Estación
Jesús encuentra a las mujeres
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos» (Lc 23,28)
Reflexión: La situación social, económica y política de los migrantes y de las víctimas de la trata de personas nos cuestiona y nos sacude. Debemos tener el valor, como afirma con fuerza el Papa Francisco, de denunciar el tráfico de seres humanos como un crimen contra la humanidad. Todos nosotros, especialmente los cristianos, debemos tomar más conciencia de que todos somos responsables del problema y que podemos y debemos ser parte de la solución. A todos, pero, sobre todo, a nosotras las mujeres, se nos pide el desafío de ser valientes. La resolución de saber ver y actuar, individualmente y como comunidad. Solamente sumando la pobreza de cada uno, esta puede convertirse en una gran riqueza, capaz de cambiar la mentalidad y de aliviar el sufrimiento de la humanidad. El pobre, el extranjero, el que es diferente no debe ser visto como un enemigo que hay que rechazar o combatir sino, más bien, como un hermano o hermana que hay que acoger y ayudar. Ellos no son un problema, sino un recurso valioso para nuestras ciudades blindadas, donde el bienestar y el consumismo no apaciguan el cansancio y la fatiga crecientes.
Oración: Señor, enséñanos a tener tus ojos. Esa mirada de bienvenida y misericordia con la que ves nuestros límites y nuestros temores. Ayúdanos a ver las diferencias de ideas, hábitos y puntos de vista. Ayúdanos a reconocernos a nosotros mismos como parte de la misma humanidad y a convertirnos en promotores de formas audaces y nuevas de acogida a los diferentes, para crear juntos comunidad, familia, parroquias y sociedad civil.
Oremos juntos diciendo: “Ayúdanos a compartir el sufrimiento de los demás”
― Con el que sufre la muerte de sus seres queridos.
― Con el que le cuesta pedir ayuda y consuelo.
― Con el que ha experimentado maltrato y violencia.

IX Estación
Jesús cae por tercera vez
“Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero” (Is 53,7)
Reflexión: Señor, has caído por tercera vez, exhausto y humillado, bajo el peso de la cruz. Como tantas jóvenes, obligadas en las calles por grupos de traficantes de esclavos, que sufren el cansancio y la humillación de ver sus propios cuerpos y sus sueños manipulados, abusados, destruidos. Esas jóvenes mujeres se sienten como desdobladas: por una parte buscadas y usadas, por otra rechazadas y condenadas por una sociedad que no quiere ver este tipo de explotación, causado por el triunfo de la cultura del usar y tirar. Una de las tantas noches pasadas en las calles de Roma, buscaba una joven recién llegada a Italia. Al no verla en su grupo, la llamaba insistentemente por su nombre: “¡Mercy!”. En la oscuridad, la vi acurrucada y dormida al borde de la calle. Al oírme se despertó y me dijo que no podía más. “Estoy exhausta”, repetía… Pensé en su madre: si supiese lo que le ha sucedido a su hija, se quedaría sin lágrimas.
Oración: Señor, ¿cuántas veces nos has dirigido esta pregunta incómoda: “Dónde está tu hermano, dónde está tu hermana”? ¿Cuántas veces nos has recordado que su grito desgarrador había llegado hasta ti? Ayúdanos a compartir el sufrimiento y la humillación de tantas personas tratadas como desechos. Es muy fácil condenar seres humanos y situaciones vergonzosas que humillan nuestro falso pudor, pero no es tan fácil asumir nuestras responsabilidades como individuos, como gobiernos y también como comunidades cristianas.
Oremos juntos diciendo: “Concédenos, Señor, fuerza y valentía para denunciar”
― Ante la explotación y la humillación sufrida por tantos jóvenes.
― Ante la indiferencia y el silencio de tantos cristianos.
― Ante leyes injustas y carentes de humanidad y solidaridad.

X Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras
Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia” (Col 3,12)
Reflexión: Dinero, bienestar, poder. Son los ídolos de todas las épocas. También y sobre todo de la nuestra, que presume de los grandes pasos dados en el reconocimiento de los derechos de la persona. Todo se puede comprar, incluso el cuerpo de los menores, despojados de su dignidad y de su futuro. Hemos olvidado la centralidad del ser humano, su dignidad, su belleza, su fuerza. Mientras en el mundo se levantan muros y barreras, queremos recordar y agradecer a todos los que, en estos últimos meses, desde distintas funciones han arriesgado su propia vida, particularmente en el Mar Mediterráneo, para salvar las de tantas familias en busca de seguridad y oportunidades. Seres humanos escapando de la pobreza, las dictaduras, la corrupción, la esclavitud.
Oración: Ayúdanos, Señor, a descubrir la belleza y la riqueza que toda persona y todo pueblo encierran en sí como don tuyo, único e irrepetible, para poner al servicio de toda la sociedad y no para alcanzar intereses personales. Te pedimos, Señor, que tu ejemplo y tus enseñanzas de misericordia y perdón, de humildad y paciencia nos hagan un poco más humanos y, por tanto, más cristianos.
Oremos juntos diciendo: “Concédenos, Señor, un corazón lleno de misericordia”
― Ante la ambición del placer, del poder y del dinero.
― Ante las injusticias infligidas a los pobres y a los más débiles.
― Ante el espejismo de los intereses personales.
XI Estación
Jesús es clavado en la cruz
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)
Reflexión: Nuestra sociedad proclama la igualdad de derechos y la dignidad de todos los seres humanos; pero practica y tolera la desigualdad, acepta incluso hasta sus formas más extremas. Hombres, mujeres y niños son comprados y vendidos como esclavos por los nuevos mercaderes de seres humanos. A su vez, las víctimas de la trata son explotadas por otros individuos. Y finalmente desechadas como mercancía sin valor. ¿Cuántos se hacen ricos devorando la carne y la sangre de los pobres?
Oración: Señor, cuántas personas todavía hoy son clavadas en una cruz, víctimas de una explotación deshumana, privadas de dignidad, de libertad, de futuro. Su grito de auxilio nos interpela como hombres y mujeres, como gobiernos, como sociedad y como Iglesia. ¿Cómo es posible que continuemos crucificándote, siendo cómplices de la trata de seres humanos? Concédenos ojos para ver y un corazón para sentir los sufrimientos de tantas personas que aún hoy son clavadas en la cruz de nuestros sistemas de vida y de consumo.
Oremos juntos diciendo: “Señor, piedad”
― Por los nuevos crucificados de hoy, dispersos por toda la tierra.
― Por los poderosos y los legisladores de nuestra sociedad.
― Por quien no sabe perdonar y no sabe amar.

XII Estación
Jesús muere en la cruz
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34)
Reflexión: También tú, Señor, has sentido en la cruz el peso de la burla, del desprecio, de los insultos, de la violencia, del abandono, de la indiferencia. Solo María, tu madre, y otras pocas discípulas, permanecieron allí, testigos de tu sufrimiento y de tu muerte. Que su ejemplo nos inspire a comprometernos para no hacer sentir la soledad a cuantos agonizan hoy en tantos calvarios dispersos por el mundo, como los campos de acogida similares a campos de concentración en los países de tránsito, los barcos a los que se niega un puerto seguro, las largas negociaciones burocráticas para llegar al destino final, los centros de permanencia, las zonas críticas, los campos para trabajadores temporales.
Oración: Te pedimos, Señor, que nos ayudes a estar cerca de los nuevos crucificados y desesperados de nuestro tiempo. Enséñanos a enjugar sus lágrimas, a confortarlos como supieron hacerlo María y las otras mujeres al pie de tu cruz.
Oremos juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar nuestra vida”
― Por cuantos han sufrido injusticias, odio y venganza.
― Por cuantos han sido injustamente calumniados y condenados.
― Por cuantos se sienten solos, abandonados y humillados.





XIII Estación
Jesús es bajado de la cruz
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)
Reflexión: ¿Quién recuerda, en esta era de noticias vertiginosas, a las veintiséis jóvenes nigerianas, desaparecidas bajo las olas, cuyos funerales fueron celebrados en Salerno? Su calvario fue duro y largo. Primero la travesía por el desierto del Sahara, hacinadas en un improvisado autobús. Después la parada forzosa en los horribles campos de acogida en Libia. Finalmente, el salto al mar, donde encontraron la muerte a las puertas de la “tierra prometida”. Dos de ellas llevaban en su seno el don de una nueva vida, niños que no verán nunca la luz del sol. Pero su muerte, como la de Jesús bajado de la cruz, no fue en vano. Confiamos todas estas vidas a la misericordia del Padre nuestro y de todos, pero sobre todo Padre de los pobres, de los desesperados y de los humillados.
Oración:Señor, en este momento, sentimos resonar una vez más el clamor que el papa Francisco elevó en Lampedusa, meta de su primer viaje apostólico: «¿Quién ha llorado?». Y ahora, después de infinitos naufragios, seguimos clamando: «¿Quién ha llorado?». ¿Quién ha llorado?, nos preguntamos frente a los 26 ataúdes alineados y en los que se distingue una rosa blanca. Solo cinco de ellas fueron identificadas. Con o sin nombre, todas, sin embargo, son hijas y hermanas nuestras. Todas merecen nuestro respeto y recuerdo. Todas nos piden que nos sintamos responsables: instituciones, autoridades y también nosotros, por nuestro silencio y nuestra indiferencia.
Oremos juntos: “Señor, ayúdanos a compartir el llanto”
― Ante los sufrimientos de los demás.
― Ante todos los ataúdes sin nombre.
― Ante el llanto de tantas madres.

XIV Estación
Jesús es puesto en el sepulcro
“Está cumplido” (Jn 19,30)
Reflexión: El desierto y el mar se han convertido en los nuevos cementerios de hoy. Frente a esas muertes no hay respuestas; pero hay responsabilidad. Hermanos que dejan morir a otros hermanos. Hombres, mujeres, niños que no hemos podido o querido salvar. Mientras los gobiernos discuten, encerrados en los palacios del poder, el Sahara se llena de esqueletos de personas que no han resistido el cansancio, el hambre, la sed. ¡Cuánto dolor provocan estos nuevos éxodos! Cuánta crueldad se ensaña con el que huye: los viajes de la desesperación, las extorsiones y las torturas, el mar transformado en tumba de agua.
Oración: Señor, haznos comprender que todos somos hijos del mismo Padre. Que la muerte de tu hijo Jesús haga que los jefes de las naciones y los responsables de las legislaciones tomen conciencia de su rol en defensa de toda persona creada a tu imagen y semejanza.