PASIÓN DEL SEÑOR
COLISEO
ROMA, 19 DE ABRIL DE 2019
ROMA, 19 DE ABRIL DE 2019
I Estación
Jesús es condenado a muerte
Jesús es condenado a muerte
«No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los
cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21)
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7,21)
Reflexión: Señor, ¿quién mejor que María, tu
Madre, supo ser tu discípula? Ella aceptó la voluntad del Padre incluso en el
momento más oscuro de su vida, y con su corazón destrozado estuvo a tu lado. La
que te engendró, te llevó en su seno, te recibió en sus brazos, te alimentó con
amor y te acompañó durante tu vida terrenal, debía recorrer tu misma vía del
Calvario y compartir contigo el momento más dramático y doloroso de tu vida y
de la suya.
Oración: Señor, ¿cuántas madres viven todavía hoy la
experiencia de tu Madre y lloran por el destino de sus hijas y sus hijos?
¿Cuántas, después de haberlos engendrado y dado a luz, los ven sufrir y morir
por las enfermedades, la falta de alimentos, de agua, de atención médica y
oportunidades de vida y de futuro? Te pedimos por aquellos que ocupan puestos
de responsabilidad, para que puedan escuchar el clamor de los pobres que sube a
Ti desde todo el mundo. El grito de todas esas jóvenes vidas, que de muchos
modos están condenadas a muerte por la indiferencia generada por políticas
exclusivas y egoístas. Que no falte a ninguno de tus hijos el trabajo y lo
necesario para una vida honrada y digna.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a hacer tu voluntad”
―
En los momentos de dificultad y desesperación.
― En los momentos de sufrimiento físico y moral.
― En los momentos de oscuridad y soledad.
― En los momentos de sufrimiento físico y moral.
― En los momentos de oscuridad y soledad.
II Estación
Jesús con la cruz a cuestas
Jesús con la cruz a cuestas
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo,
tome su cruz cada día y me siga» (Lc 9,23)
Reflexión: Señor Jesús, es fácil llevar el
crucifijo al cuello o colgarlo como un ornamento en las paredes de nuestras
hermosas catedrales o nuestras casas, pero no es tan fácil encontrar y
reconocer los nuevos crucificados de hoy: las personas sin hogar, los jóvenes
sin esperanza, sin trabajo y sin perspectivas, los inmigrantes obligados a
vivir en las barracas en los márgenes de nuestra sociedad, después de haber
padecido sufrimientos inauditos. Lamentablemente, estos campamentos sin
seguridad son quemados y arrasados, junto con los sueños y esperanzas de miles
de hombres y mujeres marginados, explotados y olvidados. Además, ¡cuántos niños
son discriminados a causa de su origen, del color de su piel o de su clase
social!, ¡cuántas madres sufren la humillación de ver a sus hijos ridiculizados
y excluidos de las mismas oportunidades que tienen sus coetáneos y compañeros
de escuela!
Oración: Te damos gracias, Señor, porque con tu propia
vida nos has dado ejemplo de cómo se manifiesta el amor verdadero y
desinteresado hacia los demás, especialmente hacia los enemigos o simplemente
hacia el que no es como nosotros. Señor Jesús, cuántas veces también nosotros,
igual que tus discípulos, nos hemos declarado abiertamente seguidores tuyos en
los momentos en que realizabas curaciones y prodigios, cuando alimentabas a la
multitud y perdonabas los pecados. Pero no fue tan fácil entenderte cuando
hablabas de servicio y perdón, de renuncia y sufrimiento. Ayúdanos a que
sepamos poner siempre nuestras vidas al servicio de los demás.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a esperar”
―
Cuando nos sentimos abandonados y solos.
― Cuando es difícil seguir tus pasos.
― Cuando el servicio a los demás se hace difícil.
― Cuando es difícil seguir tus pasos.
― Cuando el servicio a los demás se hace difícil.
III Estación
Jesús cae por primera vez
Jesús cae por primera vez
«Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores» (Is 53,4)
Reflexión: Señor Jesús, en el camino empinado
que conduce al Calvario has querido experimentar la fragilidad y la debilidad
humana. ¿Cómo sería hoy la Iglesia sin la presencia y la generosidad de tantos
voluntarios, los nuevos samaritanos del tercer milenio? En una fría noche de
enero, en una calle de las afueras de Roma, tres africanas casi niñas
calentaban sus cuerpos jóvenes y semidesnudos acurrucadas en el suelo alrededor
de un brasero. Algunos jóvenes, pasando con el automóvil, arrojaron material
inflamable al fuego para divertirse, quemándolas gravemente. En ese preciso
momento, pasó una de las muchas unidades callejeras de voluntarios que las
socorrió y las llevó al hospital para acogerlas después en una casa hogar.
¿Cuánto tiempo pasó y ha de pasar para que esas muchachas se curen, no solo de
las quemaduras de sus miembros, sino también del dolor y de la humillación de
encontrarse con un cuerpo mutilado y desfigurado para siempre?
Oración: Señor, te agradecemos la presencia de tantos nuevos samaritanos
del tercer milenio que viven hoy la experiencia del camino, inclinándose con
amor y compasión sobre las numerosas heridas físicas y morales de los que cada
noche viven en el miedo y el terror de la oscuridad, de la soledad y de la
indiferencia. Señor, hoy por desgracia ya no sabemos descubrir muchas veces
quien está necesitado, ni ver quien está herido y humillado. A menudo
reclamamos nuestros derechos e intereses, pero olvidamos los de los pobres y
los últimos de la fila. Señor, danos la gracia de no ser insensibles a sus
lágrimas, a sus sufrimientos, a su grito de dolor porque a través de ellos
podemos encontrarte.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a amar”
―
Cuando es difícil ser samaritanos.
― Cuando nos cuesta perdonar.
― Cuando no queremos ver el sufrimiento de los demás.
― Cuando nos cuesta perdonar.
― Cuando no queremos ver el sufrimiento de los demás.
IV Estación
Jesús encuentra a su Madre
Jesús encuentra a su Madre
«Una espada te traspasará el alma, para que se pongan de
manifiesto los pensamientos de muchos corazones» (cf. Lc 2,35)
Reflexión: María, cuando presentaste al
pequeño Jesús en el templo para el rito de la purificación, el viejo Simeón te
predijo que una espada atravesaría tu corazón. Ahora es el momento de renovar
tu fiat, tu adhesión a la voluntad del Padre, a pesar de que
acompañar a un hijo al patíbulo, tratado como un criminal, causa un dolor
desgarrador. Señor, ten piedad de tantas madres, demasiadas, que han dejado
partir hacia Europa a sus jóvenes hijas con la esperanza de ayudar a sus
familias que viven en la extrema pobreza, encontrando en cambio humillaciones,
desprecio e incluso, a veces, la muerte. Como la joven Tina, asesinada
brutalmente en una calle con solo veinte años, dejando a una niña de pocos
meses.
Oración: María, en este momento vives el mismo drama de muchas madres que
sufren por sus hijos que se han ido a otros países con la esperanza de
encontrar una oportunidad para un futuro mejor, para ellos y para sus familias,
pero que, por desgracia, han encontrado humillación, desprecio, violencia,
indiferencia, soledad e incluso la muerte. Dales fuerza y valor.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, haz que sepamos dar siempre apoyo y consuelo, y estar
presentes para ofrecer ayuda”
―
Para consolar a las madres que lloran el destino de sus hijos.
― Para quien ha perdido toda esperanza en su vida.
― Para quien sufre violencia y desprecio todos los días.
― Para quien ha perdido toda esperanza en su vida.
― Para quien sufre violencia y desprecio todos los días.
V Estación
El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz
El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz
«Llevad los unos las cargas de los otros y así cumpliréis la
ley de Cristo» (Ga 6,2)
Reflexión: Señor Jesús, en el camino al Calvario
sentiste el peso y la dificultad de llevar esa áspera cruz de madera. En vano
esperaste el gesto de ayuda de un amigo, de uno de tus discípulos o de una de
las muchas personas a quienes aliviaste sus sufrimientos. Lamentablemente, solo
un desconocido, Simón de Cirene, por obligación, te echó una mano. ¿Dónde están
hoy los nuevos cireneos del tercer milenio? ¿Dónde los encontramos? Me gustaría
mencionar la experiencia de un grupo de religiosas de diferentes
nacionalidades, orígenes e institutos de proveniencia con las que, durante más
de diecisiete años, visitamos en Roma todos los sábados un centro para mujeres
inmigrantes indocumentadas. Mujeres, a menudo jóvenes, en espera de conocer su
destino, en vilo entre la deportación y la posibilidad de quedarse. Cuánto sufrimiento,
pero también cuánta alegría percibimos en estas mujeres cuando encuentran
religiosas provenientes de sus países, que hablan sus lenguas, que secan sus
lágrimas, que comparten momentos de oración y de fiesta, que vuelven menos
crueles los largos meses pasados entre rejas y en sórdidas calles.
Oración: Por todos los cireneos de nuestra historia. Para que nunca
les falte el deseo de acogerte bajo la apariencia de los últimos de la tierra,
conscientes de que, al tender la mano a los más pobres de nuestra sociedad, te
acogemos a ti. Que ellos sean samaritanos portavoces de aquellos que no tienen
voz.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a llevar nuestra cruz”
―
Cuando estamos cansados y desanimados.
― Cuando sentimos el peso de nuestras debilidades.
― Cuando nos pides que compartamos los sufrimientos de los demás.
― Cuando sentimos el peso de nuestras debilidades.
― Cuando nos pides que compartamos los sufrimientos de los demás.
VI Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
«Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40)
Reflexión: Pensemos en los niños de diversas partes
del mundo que no pueden ir a la escuela y que, en cambio, son explotados en las
minas, en los campos, en la pesca; vendidos y comprados por traficantes de
carne humana, para trasplantes de órganos; abusados y explotados en nuestras
calles por muchos, incluidos los cristianos, que han perdido el sentido de la
sacralidad propia y de los demás. Como una menor de edad de cuerpo diminuto,
encontrada una noche en Roma, a la que hombres en automóviles lujosos hacían
fila para aprovecharse de ella. Y, sin embargo, podía tener la misma edad de
sus hijas... ¡Qué desequilibrio puede crear esta violencia en la vida de tantas
jóvenes que experimentan solo el abuso, la arrogancia y la indiferencia de
aquellos que, de noche y de día, las buscan, las usan, se aprovechan de ellas,
y luego las arrojan de vuelta a la calle para caer en las garras del próximo
comerciante de vidas!
Oración: Señor Jesús, limpia nuestros ojos para que sepamos descubrir
tu rostro en nuestros hermanos y hermanas, especialmente en todos aquellos
niños que, en muchas partes del mundo, viven en la miseria y en la degradación.
Niños privados del derecho a una infancia feliz, a una educación escolar, a la
inocencia. Criaturas usadas como mercancía barata, vendidas y compradas por
placer. Señor, te pedimos que tengas piedad y compasión de este mundo enfermo y
ayúdanos a redescubrir la belleza de nuestra dignidad como seres humanos,
creados a tu imagen y semejanza.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a ver”
―
El rostro de los niños inocentes que piden ayuda.
― Las injusticias sociales.
― La dignidad que cada persona posee y que es pisoteada.
― Las injusticias sociales.
― La dignidad que cada persona posee y que es pisoteada.
VII Estación
Jesús cae por segunda vez
Jesús cae por segunda vez
«Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no
profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente» (1
P 2,23)
Reflexión: ¡Cuántas venganzas en este nuestro
tiempo! La sociedad actual ha perdido el gran valor del perdón, don por
excelencia, curación para las heridas, fundamento de la paz y de la convivencia
humana. En una sociedad donde el perdón se experimenta como debilidad, tú,
Señor, nos pides que no nos quedemos en las apariencias. Y no lo haces con
palabras, sino con el ejemplo. A los que te atormentan, tú les respondes: “¿Por
qué me perseguís?”, sabiendo muy bien que la verdadera justicia nunca puede
basarse en el odio y la venganza. Haznos capaces de pedir y dar perdón.
Oración: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
Señor, también tú sentiste el peso de la condena, del rechazo, del abandono,
del sufrimiento ocasionado por personas que te habían encontrado, acogido y
seguido. Con la certeza de que el Padre no te había abandonado, encontraste la
fuerza para aceptar su voluntad perdonando, amando y ofreciendo esperanza a
quien como tú recorre hoy el mismo camino de burla, desprecio, escarnio, abandono,
traición y soledad.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar consuelo”
―
A quien se siente ofendido e insultado.
― A quien se siente traicionado y humillado.
― A quien se siente juzgado y condenado.
― A quien se siente traicionado y humillado.
― A quien se siente juzgado y condenado.
VIII Estación
Jesús encuentra a las mujeres
Jesús encuentra a las mujeres
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y
por vuestros hijos» (Lc 23,28)
Reflexión: La situación social, económica y
política de los migrantes y de las víctimas de la trata de personas nos
cuestiona y nos sacude. Debemos tener el valor, como afirma con fuerza el Papa
Francisco, de denunciar el tráfico de seres humanos como un crimen contra la
humanidad. Todos nosotros, especialmente los cristianos, debemos tomar más
conciencia de que todos somos responsables del problema y que podemos y debemos
ser parte de la solución. A todos, pero, sobre todo, a nosotras las mujeres, se
nos pide el desafío de ser valientes. La resolución de saber ver y actuar,
individualmente y como comunidad. Solamente sumando la pobreza de cada uno,
esta puede convertirse en una gran riqueza, capaz de cambiar la mentalidad y de
aliviar el sufrimiento de la humanidad. El pobre, el extranjero, el que es
diferente no debe ser visto como un enemigo que hay que rechazar o combatir
sino, más bien, como un hermano o hermana que hay que acoger y ayudar. Ellos no
son un problema, sino un recurso valioso para nuestras ciudades blindadas,
donde el bienestar y el consumismo no apaciguan el cansancio y la fatiga
crecientes.
Oración: Señor, enséñanos a tener tus ojos. Esa mirada de bienvenida
y misericordia con la que ves nuestros límites y nuestros temores. Ayúdanos a
ver las diferencias de ideas, hábitos y puntos de vista. Ayúdanos a
reconocernos a nosotros mismos como parte de la misma humanidad y a
convertirnos en promotores de formas audaces y nuevas de acogida a los
diferentes, para crear juntos comunidad, familia, parroquias y sociedad civil.
Oremos
juntos diciendo: “Ayúdanos a compartir el sufrimiento de los demás”
―
Con el que sufre la muerte de sus seres queridos.
― Con el que le cuesta pedir ayuda y consuelo.
― Con el que ha experimentado maltrato y violencia.
― Con el que le cuesta pedir ayuda y consuelo.
― Con el que ha experimentado maltrato y violencia.
IX Estación
Jesús cae por tercera vez
Jesús cae por tercera vez
“Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como
cordero llevado al matadero” (Is 53,7)
Reflexión: Señor, has caído por tercera vez,
exhausto y humillado, bajo el peso de la cruz. Como tantas jóvenes, obligadas
en las calles por grupos de traficantes de esclavos, que sufren el cansancio y
la humillación de ver sus propios cuerpos y sus sueños manipulados, abusados,
destruidos. Esas jóvenes mujeres se sienten como desdobladas: por una parte
buscadas y usadas, por otra rechazadas y condenadas por una sociedad que no
quiere ver este tipo de explotación, causado por el triunfo de la cultura del
usar y tirar. Una de las tantas noches pasadas en las calles de Roma, buscaba
una joven recién llegada a Italia. Al no verla en su grupo, la llamaba
insistentemente por su nombre: “¡Mercy!”. En la oscuridad, la vi acurrucada y
dormida al borde de la calle. Al oírme se despertó y me dijo que no podía más.
“Estoy exhausta”, repetía… Pensé en su madre: si supiese lo que le ha sucedido
a su hija, se quedaría sin lágrimas.
Oración: Señor, ¿cuántas veces nos has dirigido esta pregunta
incómoda: “Dónde está tu hermano, dónde está tu hermana”? ¿Cuántas veces nos
has recordado que su grito desgarrador había llegado hasta ti? Ayúdanos a
compartir el sufrimiento y la humillación de tantas personas tratadas como
desechos. Es muy fácil condenar seres humanos y situaciones vergonzosas que
humillan nuestro falso pudor, pero no es tan fácil asumir nuestras
responsabilidades como individuos, como gobiernos y también como comunidades
cristianas.
Oremos
juntos diciendo: “Concédenos, Señor, fuerza y valentía para denunciar”
―
Ante la explotación y la humillación sufrida por tantos jóvenes.
― Ante la indiferencia y el silencio de tantos cristianos.
― Ante leyes injustas y carentes de humanidad y solidaridad.
― Ante la indiferencia y el silencio de tantos cristianos.
― Ante leyes injustas y carentes de humanidad y solidaridad.
X Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras
Jesús es despojado de sus vestiduras
“Revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad,
mansedumbre, paciencia” (Col 3,12)
Reflexión: Dinero, bienestar, poder. Son los
ídolos de todas las épocas. También y sobre todo de la nuestra, que presume de
los grandes pasos dados en el reconocimiento de los derechos de la persona. Todo
se puede comprar, incluso el cuerpo de los menores, despojados de su dignidad y
de su futuro. Hemos olvidado la centralidad del ser humano, su dignidad, su
belleza, su fuerza. Mientras en el mundo se levantan muros y barreras, queremos
recordar y agradecer a todos los que, en estos últimos meses, desde distintas
funciones han arriesgado su propia vida, particularmente en el Mar
Mediterráneo, para salvar las de tantas familias en busca de seguridad y
oportunidades. Seres humanos escapando de la pobreza, las dictaduras, la
corrupción, la esclavitud.
Oración: Ayúdanos, Señor, a descubrir la belleza y la
riqueza que toda persona y todo pueblo encierran en sí como don tuyo, único e
irrepetible, para poner al servicio de toda la sociedad y no para alcanzar
intereses personales. Te pedimos, Señor, que tu ejemplo y tus enseñanzas de
misericordia y perdón, de humildad y paciencia nos hagan un poco más humanos y,
por tanto, más cristianos.
Oremos
juntos diciendo: “Concédenos, Señor, un corazón lleno de misericordia”
―
Ante la ambición del placer, del poder y del dinero.
― Ante las injusticias infligidas a los pobres y a los más débiles.
― Ante el espejismo de los intereses personales.
― Ante las injusticias infligidas a los pobres y a los más débiles.
― Ante el espejismo de los intereses personales.
XI Estación
Jesús es clavado en la cruz
Jesús es clavado en la cruz
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34)
Reflexión: Nuestra sociedad proclama la
igualdad de derechos y la dignidad de todos los seres humanos; pero practica y
tolera la desigualdad, acepta incluso hasta sus formas más extremas. Hombres,
mujeres y niños son comprados y vendidos como esclavos por los nuevos
mercaderes de seres humanos. A su vez, las víctimas de la trata son explotadas
por otros individuos. Y finalmente desechadas como mercancía sin valor.
¿Cuántos se hacen ricos devorando la carne y la sangre de los pobres?
Oración: Señor, cuántas personas todavía hoy son
clavadas en una cruz, víctimas de una explotación deshumana, privadas de
dignidad, de libertad, de futuro. Su grito de auxilio nos interpela como
hombres y mujeres, como gobiernos, como sociedad y como Iglesia. ¿Cómo es
posible que continuemos crucificándote, siendo cómplices de la trata de seres
humanos? Concédenos ojos para ver y un corazón para sentir los sufrimientos de
tantas personas que aún hoy son clavadas en la cruz de nuestros sistemas de
vida y de consumo.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, piedad”
―
Por los nuevos crucificados de hoy, dispersos por toda la tierra.
― Por los poderosos y los legisladores de nuestra sociedad.
― Por quien no sabe perdonar y no sabe amar.
― Por los poderosos y los legisladores de nuestra sociedad.
― Por quien no sabe perdonar y no sabe amar.
XII Estación
Jesús muere en la cruz
Jesús muere en la cruz
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,34)
Reflexión: También tú, Señor, has sentido en
la cruz el peso de la burla, del desprecio, de los insultos, de la violencia,
del abandono, de la indiferencia. Solo María, tu madre, y otras pocas discípulas,
permanecieron allí, testigos de tu sufrimiento y de tu muerte. Que su ejemplo
nos inspire a comprometernos para no hacer sentir la soledad a cuantos agonizan
hoy en tantos calvarios dispersos por el mundo, como los campos de acogida
similares a campos de concentración en los países de tránsito, los barcos a los
que se niega un puerto seguro, las largas negociaciones burocráticas para
llegar al destino final, los centros de permanencia, las zonas críticas, los
campos para trabajadores temporales.
Oración: Te pedimos, Señor, que nos ayudes a estar
cerca de los nuevos crucificados y desesperados de nuestro tiempo. Enséñanos a
enjugar sus lágrimas, a confortarlos como supieron hacerlo María y las otras
mujeres al pie de tu cruz.
Oremos
juntos diciendo: “Señor, ayúdanos a dar nuestra vida”
―
Por cuantos han sufrido injusticias, odio y venganza.
― Por cuantos han sido injustamente calumniados y condenados.
― Por cuantos se sienten solos, abandonados y humillados.
― Por cuantos han sido injustamente calumniados y condenados.
― Por cuantos se sienten solos, abandonados y humillados.
XIII Estación
Jesús es bajado de la cruz
Jesús es bajado de la cruz
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo;
pero si muere, da mucho fruto” (Jn 12,24)
Reflexión: ¿Quién recuerda, en esta era de noticias
vertiginosas, a las veintiséis jóvenes nigerianas, desaparecidas bajo las olas,
cuyos funerales fueron celebrados en Salerno? Su calvario fue duro y largo.
Primero la travesía por el desierto del Sahara, hacinadas en un improvisado
autobús. Después la parada forzosa en los horribles campos de acogida en Libia.
Finalmente, el salto al mar, donde encontraron la muerte a las puertas de la
“tierra prometida”. Dos de ellas llevaban en su seno el don de una nueva vida,
niños que no verán nunca la luz del sol. Pero su muerte, como la de Jesús
bajado de la cruz, no fue en vano. Confiamos todas estas vidas a la
misericordia del Padre nuestro y de todos, pero sobre todo Padre de los pobres,
de los desesperados y de los humillados.
Oración:Señor, en este momento, sentimos resonar una vez más el clamor que
el papa Francisco elevó en Lampedusa, meta de su primer viaje apostólico:
«¿Quién ha llorado?». Y ahora, después de infinitos naufragios, seguimos
clamando: «¿Quién ha llorado?». ¿Quién ha llorado?, nos preguntamos frente a
los 26 ataúdes alineados y en los que se distingue una rosa blanca. Solo cinco
de ellas fueron identificadas. Con o sin nombre, todas, sin embargo, son hijas
y hermanas nuestras. Todas merecen nuestro respeto y recuerdo. Todas nos piden
que nos sintamos responsables: instituciones, autoridades y también nosotros,
por nuestro silencio y nuestra indiferencia.
Oremos
juntos: “Señor, ayúdanos a compartir el llanto”
―
Ante los sufrimientos de los demás.
― Ante todos los ataúdes sin nombre.
― Ante el llanto de tantas madres.
― Ante todos los ataúdes sin nombre.
― Ante el llanto de tantas madres.
XIV Estación
Jesús es puesto en el sepulcro
Jesús es puesto en el sepulcro
“Está cumplido” (Jn 19,30)
Reflexión: El desierto y el mar se han convertido
en los nuevos cementerios de hoy. Frente a esas muertes no hay respuestas; pero
hay responsabilidad. Hermanos que dejan morir a otros hermanos. Hombres,
mujeres, niños que no hemos podido o querido salvar. Mientras los gobiernos
discuten, encerrados en los palacios del poder, el Sahara se llena de
esqueletos de personas que no han resistido el cansancio, el hambre, la sed.
¡Cuánto dolor provocan estos nuevos éxodos! Cuánta crueldad se ensaña con el
que huye: los viajes de la desesperación, las extorsiones y las torturas, el
mar transformado en tumba de agua.
Oración: Señor, haznos comprender que todos somos hijos
del mismo Padre. Que la muerte de tu hijo Jesús haga que los jefes de las
naciones y los responsables de las legislaciones tomen conciencia de su rol en
defensa de toda persona creada a tu imagen y semejanza.
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