La Diócesis de Salamanca está dividida eclesiásticamente en 7 arciprestazgos: 3 urbanos y 4 rurales, que comprenden 30 parroquias urbanas y 375 parroquias rurales, incluidos también otros centros de culto. La Parroquia San Pedro Apóstol de Salamanca pertenece al Arciprestazgo de San Pedro Apóstol, en Trastormes. Aquí os mantendremos informados de la actualidad parroquial. Sita en la Calle La Iglesia, 51 37008 Salamanca. Teléfono 923 19 86 99 Su párroco actual es D. José Luís Sánchez Moyano.
sábado, 6 de junio de 2020
CANCIONES PARA MARÍA 2
Novena a la Virgen de la Salud. Día noveno: ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS
ORACIÓN DE COMIENZO
La alegría por esta solemnidad es lo primero que nos reclama la
liturgia. La composición de lugar nos sitúa ante la «señal grandiosa que
apareció en el cielo: una mujer con el sol por vestido, la luna bajo sus pies,
y en la cabeza una corona de doce estrellas». La petición: poder llegar a
participar con Ella de la misma gloria en el cielo. Por Jesucristo nuestro
Señor.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas
1,39-56.
En aquellos días, María se puso en camino y
fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y
saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó
la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en
grito:
-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el
fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de
mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor
se cumplirá.
María dijo:
-Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las
generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-,
en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.
María se quedó con Isabel unos tres meses y
después volvió a su casa.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN
Contemplar a María
El Apocalipsis, con su rica imaginería, fija nuestra mirada en
la Mujer. Concretamente en su gloria. Es la nueva Eva que engendra al Salvador.
La gloria de María se conecta con el triunfo del Resucitado. Así es el
realismo de la salvación en Cristo. En efecto, Él es el primer resucitado.
Cristo nos vivifica a todos. Por su acción ha tenido lugar la glorificación de
María, su Asunción en cuerpo y alma al cielo. María, ahora, bien puede entonar,
para que todos lo oigamos: «El Señor hizo en mí maravillas».
El Poderoso ha hecho obras grandes por mí
Es muy amable el encuentro entre María e Isabel. Con ésta declaramos a
María bendita entre las mujeres y bendito el fruto de su vientre. Sentimos el
gozo de la presencia de Cristo en la Virgen. Nuevamente la proclamamos dichosa
por haber creído, por la radicalidad de su fe y de su entrega. Le agradecemos
su sí incondicional al mensajero divino.
La meditación dará hoy nuevo sentido al Magníficat que cada atardecer
canta la Iglesia. Se trata de repasarlo pausadamente y de dejarse empapar de
los sentimientos de quien lo cantó por primera vez. Hay que verlo como sinfonía
que desarrolla la más maravillosa frase musical: «Soy la esclava del Señor;
hágase en mi según tu palabra».
Dos realidades importan: la conciencia del poder y de la grandeza de
Dios que, de lo que aparentemente no es nada, saca grandeza de salvación y,
luego, retener que la gloria de María tuvo su fundamento en el servicio y la
caridad fraternales.
Dios mío, ¡qué gran
misterio de amor me propones hoy para mi meditación! A pesar de que una espada
atravesó el corazón de tu Madre Santísima, ella siempre se mantuvo firme en la
fe y con gran amor hoy me acoge, me ama y me enseña las virtudes que me pueden
llevar a la santidad.
ORACIÓN FINAL
Buen Padre Dios, que hiciste
subir al cielo a la Virgen María para hacerla gozar de tu gloria, concédenos
vivir en este mundo sin perder de vista los bienes del cielo, viviendo con la
esperanza de disfrutar eternamente de tu presencia amorosa.
Amén.
VICTORIA
EN TRES NIVELES
La
Asunción de María a los cielos se puede decir que tiene tres niveles:
a) Es la victoria de Cristo Jesús: el Señor
Resucitado, tal como nos lo presenta Pablo, es el punto culminante del plan
salvador de Dios. Él es la "primicia", el primero que triunfa
plenamente de la muerte y del mal, pasando a la nueva existencia. El segundo y
definitivo Adán que corrige el falló del primero.
b) Es la victoria de la Virgen María, que, como
primera seguidora de Jesús y la primera salvada por su Pascua, participa ya de
la victoria de su Hijo, elevada también ella a la gloria definitiva en cuerpo y
alma. Ella, que supo decir un "sí" radical a Dios, que creyó en él y
le fue plenamente obediente en su vida (."hágase en mí según tu
Palabra"), es ahora glorificada y asociada a la victoria de su Hijo. En
verdad "ha hecho obras grandes" en ella el Señor.
c) Pero es también nuestra victoria, porque el triunfo
de Cristo y de su Madre se proyecta a la Iglesia y a toda la humanidad. En
María se retrata y condensa nuestro desuno. A1 igual que su "sí" fue
como representante del nuestro, también el "sí" de Dios a ella,
glorificándola, es también un sí a nosotros: nos señala el destino que Dios
quiere para todos. La comunidad eclesial es una comunidad en marcha, en lucha
constante contra el mal. La Mujer del Apocalipsis, la Iglesia misma, y dentro
de ella de modo eminente la Virgen María, nos garantizan nuestra victoria
final. La Virgen es "figura y primicia de la Iglesia, que un día será
glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la
tierra" (prefacio).
viernes, 5 de junio de 2020
Novena a la Virgen de la Salud. Día octavo: MARÍA JUNTO A LA CRUZ DE JESÚS
ORACIÓN DE COMIENZO
Dios mío, ¡qué gran
misterio de amor me propones hoy para mi meditación! A pesar de que una espada
atravesó el corazón de tu Madre Santísima, ella siempre se mantuvo firme en la
fe y con gran amor hoy me acoge, me ama y me enseña las virtudes que me pueden
llevar a la santidad.
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 19, 25-27
Junto a la cruz de
Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y
María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo:
«Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor
MEDITACIÓN
Meditación del Papa Francisco
Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el
momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo:
“He ahí a tu madre”. Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al
mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también
en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se
agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella
que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la “mujer” se
convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su
corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y
los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea
había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el
mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección
de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte
así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.
La Madre del Redentor nos
precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión.
Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda
a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De
este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad
de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro
corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y
la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de
Dios! (Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2014).
ORACIÓN FINAL
Señor, no quiero acabar hoy mi oración sin darte
gracias por el regalo que nos dejaste un poco antes de morir. Estabas con unos
dolores terribles, con una muerte inminente, y todavía tuviste fuerzas para
mirar a Juan y decirle: “Ahí tienes a tu madre”. No quisiste que nos quedáramos
huérfanos. Todo el derroche de fortaleza y de ternura que había tenido María
contigo hasta el momento supremo de la Cruz, no quisiste que se perdiera, sino
que quedara para todos nosotros. Gracias, Señor, por tanto amor.