El pasado 3 de abril los niños de catequesis de 3º se reunieron para celebrar el fin de trimestre con unas actividades muy de semana santa, primero estuvieron pintando unos nazarenos y posteriormente vieron la película "el hombre que hacía milagros". Os dejamos alguna imagen del día y fotos de los nazarenos que pintaron y posteriormente montaron en sus casas y que nos han hecho llegar durante estos días de Semana Santa
La Diócesis de Salamanca está dividida eclesiásticamente en 7 arciprestazgos: 3 urbanos y 4 rurales, que comprenden 30 parroquias urbanas y 375 parroquias rurales, incluidos también otros centros de culto. La Parroquia San Pedro Apóstol de Salamanca pertenece al Arciprestazgo de San Pedro Apóstol, en Trastormes. Aquí os mantendremos informados de la actualidad parroquial. Sita en la Calle La Iglesia, 51 37008 Salamanca. Teléfono 923 19 86 99 Su párroco actual es D. José Luís Sánchez Moyano.
lunes, 11 de abril de 2022
CELEBRACIÓN FIN DE TRIMESTRE DE LOS NIÑOS DE 3º
El pasado 3 de abril los niños de catequesis de 3º se reunieron para celebrar el fin de trimestre con unas actividades muy de semana santa, primero estuvieron pintando unos nazarenos y posteriormente vieron la película "el hombre que hacía milagros". Os dejamos alguna imagen del día y fotos de los nazarenos que pintaron y posteriormente montaron en sus casas y que nos han hecho llegar durante estos días de Semana Santa
viernes, 8 de abril de 2022
VIERNES DE DOLORES: EL DOLOR DE MARÍA
Hoy viernes de dolores, tenemos muy presente a la virgen y vivimos con ella los 7 dolores que marcaron su vida junto a Jesús. meditamos los diferentes momentos que vivió desde el nacimiento de su hijo hasta su muerte. A continuación os dejamos una meditación del Vía Matrix.
MEDITACION
DE LOS DOLORES DE LA VIRGEN
Primer Dolor: La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús
Evangelio: “Cuando
se llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés
(cuarenta días después del nacimiento de Jesús), llevaron a Jesús a Jerusalén
para presentarlo al Señor y para ofrecer un sacrificio, conforme a lo que
se dice en la Ley del Señor.
Vivía
entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que
aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había
recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al
Mesías del Señor.
Impulsado por
el Espíritu Santo, fue al Templo. Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres,
Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
Ahora, Señor,
según tu promesa, puedes dejar a tu siervo
irse en paz; porque mis ojos han visto a tu
Salvador, a quien has presentado ante todos
los pueblos, luz para alumbrar a las
naciones, y gloria de tu pueblo, Israel.
José y María,
la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los
bendijo, diciendo a María, su madre: Mira: este está puesto para que muchos en
Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara
la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.”
Meditación: Virgen
María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de
dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo
te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor;
te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que seamos
dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es
contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Segundo Dolor: La huida a Egipto con
Jesús y José
Evangelio: “Después que
ellos partieron, un ángel del Señor apareció en sueños a José, diciéndole:
Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que
yo te avise; pues Herodes ha de buscar al niño para matarle. Levantándose José,
tomó al niño y a su madre, de noche, y se retiró a Egipto”.
Meditación: Virgen
María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan
lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al
poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a
traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del
mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es
contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Tercer Dolor: La pérdida de Jesús
Evangelio: "Sus padres iban
todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y cuando tuvo doce
años, subieron a la fiesta, como era costumbre. Pasados aquellos días, al
regresar, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo advirtiesen sus
padres. Suponiendo que iba en la caravana, hicieron un día de camino buscándolo
entre los parientes y conocidos, y como no lo encontrasen, retornaron a
Jerusalén en busca suya. Y ocurrió que, al cabo de tres días, lo encontraron en
el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles.
Cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas. Al
verlo se maravillaron, y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?
Mira cómo tu padre y yo, angustiados, te buscábamos. Y él les dijo: ¿Por qué me
buscabais? ¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo"
Meditación: Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu
Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir
en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos
en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se
pierdan por malos caminos.
Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es
contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Cuarto Dolor: El encuentro de Jesús
con la cruz a cuestas camino del calvario
Evangelio: “No temas María, Él
será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono
de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no
tendrá fin”
Meditación:
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras
culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era
creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser
condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado
como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de
espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y
ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las
espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor
sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande;
sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado;
te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos
dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es
contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Quinto Dolor: La crucifixión y la
agonía de Jesús
Evangelio: “Llegados al lugar
llamado "La Calavera", le crucificaron allí a él y a los dos
malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: "Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen"... Era ya eso de mediodía
cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la
media tarde. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte
grito dijo: "Padre, en tus manos pongo mis espíritu" y,
dicho esto, expiró”
Meditación: Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la
crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego
al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión
hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te
sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por
los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que
podamos recibir los frutos de la redención.
Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es
contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Sexto Dolor: La lanzada y el recibir
en brazos a Jesús ya muerto
Evangelio: “Cuando anochecía el día de la preparación,
es decir, la víspera del sábado, José, natural de Arimatea y miembro
importante de la Junta Suprema, el cual también esperaba el reino de Dios, se
dirigió con decisión a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato,
sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al centurión para preguntarle
cuánto hacía que había muerto. Cuando el centurión le hubo informado,
Pilato entregó el cuerpo a José. Entonces José bajó el cuerpo y lo
envolvió en una sábana de lino que había comprado. Luego lo puso en un sepulcro
excavado en la roca, y tapó con una piedra la entrada del sepulcro”
Meditación: Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la
lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado
en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo
ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la
vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de
bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y
también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor... Y, por los
méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él nos amó.
Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es
contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Séptimo Dolor: El entierro de Jesús y
la soledad de María
Evangelio: “Después de esto,
José, el de Arimatea, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús.
José era un seguidor de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Pilato
le dio permiso, y José fue y se llevó el cuerpo. También Nicodemo, el que
una noche fue a hablar con Jesús, llegó con unos treinta kilos de
perfume de mirra y áloe. José y Nicodemo, pues, tomaron el cuerpo de Jesús
y lo envolvieron con vendas empapadas en aquel perfume, según acostumbraban
hacer los judíos para enterrar a sus muertos. En el lugar donde
crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro
nuevo, donde todavía no se había depositado a nadie. Allí pusieron el
cuerpo de Jesús, porque el sepulcro estaba cerca y porque ya iba a empezar el
sábado de los judíos”
Meditación: Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu
Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en
tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que
al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús
por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los
siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y
muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros
pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva le acompañaste en todos sus sufrimientos:
y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . .
. Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia
particular que te pedimos…
Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es
contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el
fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.
Meditación
extraída de: https://www.aciprensa.com/recursos/7-dolores-de-la-virgen-maria-1507
jueves, 7 de abril de 2022
MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA RECONCILIACIÓN
Este jueves, víspera del viernes de dolores y del comienzo de la Semana Santa, os dejamos esta entrada con una reflexión del Papa Francisco sobre el sacramento de la reconciliación, y que nos lleve a vivir más intensamente estos días de la pasión de Jesús y su resurrección.
Un Dios que reconcilia
Fuente:
L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 5, viernes 30 de
enero de 2015
La confesión no es un «juicio» ni una
«tintorería» que quita los pecados, sino el encuentro con un Padre que perdona
siempre, perdona todo, olvida las culpas del pasado y luego hace incluso
fiesta…
«Dios ha reconciliado consigo el mundo en Cristo
y nos confió a nosotros el mensaje de reconciliación» (cf. 2 Corintios
5, 19): he aquí el punto de partida elegido por el Papa Francisco para su meditación.
«Es hermoso este trabajo de Dios: reconciliar» destacó el Papa, poniendo
inmediatamente de relieve que Dios encomienda «también a nosotros esta tarea»,
es decir, «realizar la reconciliación, reconciliar siempre».
No cabe duda, dijo, que «el cristiano es hombre y
mujer de reconciliación, no de división». Por lo demás, «el padre de la
división es el diablo». Es Dios mismo, luego, quien da «este ejemplo de
reconciliar al mundo, a la gente». La referencia corresponde a «lo que hemos
escuchado en la primera lectura», tomada de la Carta a lo Hebreos (8, 6-13), en
especial a «esa promesa tan hermosa: “Yo haré una nueva alianza”». Es una
cuestión tan decisiva que, dijo el obispo de Roma, «cinco veces en este pasaje
se habla de la alianza». En efecto, «es Dios quien reconcilia, estableciendo
una nueva relación con nosotros, una nueva alianza». Y «por ello envía a Jesús;
el Dios que reconcilia es el Dios que perdona».
El pasaje de la Carta a los Hebreos, continuó el
Papa Francisco, «termina con esa hermosa promesa: “Ya no recordaré sus
pecados”». Es «el Dios que perdona: nuestro Dios perdona, reconcilia, sella la
nueva alianza y perdona». Pero «¿cómo perdona Dios? Ante todo, Dios perdona
siempre. No se cansa de perdonar. Somos nosotros quienes nos cansamos de pedir
perdón. Pero Él no se cansa de perdonar». Tan así que «cuando Pedro preguntó a
Jesús: ¿cuántas veces tengo que perdonar?, ¿siete veces?», la respuesta
recibida fue elocuente: «No siete veces sino setenta veces siete» (cf. Mateo
18, 21-22). Es decir, «siempre», porque precisamente «así perdona Dios:
siempre». Por lo tanto, «si tú has vivido una vida con muchos pecados, muchas
cosas malas, pero al final, arrepentido, pides perdón, te perdona
inmediatamente. Él perdona siempre».
En cambio, reconoció el Papa Francisco, «nosotros
no tenemos esta certeza en el corazón y muchas veces dudamos» preguntando si
«Dios perdonará». En realidad, recordó, «sólo hay que arrepentirse y pedir
perdón: ¡nada más! ¡No hay que pagar nada! Cristo pagó por nosotros y Él perdona
siempre».
«Otra cosa» importante que el Pontífice quiso
reafirmar es que Dios no sólo «perdona siempre», sino también que perdona
«todo: no existe pecado que Él no perdone». Tal vez, explicó, alguien podría
decir: «Yo no voy a confesarme porque he hecho muchas cosas malas, muchas de
esas cosas, por lo que no tendré perdón...». En cambio, «no es verdad», recordó
el Papa Francisco, porque Dios, «si tú vas arrepentido, perdona todo». Y
«muchas veces no te deja hablar: tú comienzas a pedir perdón y Él te hace
sentir la alegría del perdón antes de que tú hayas acabado de decir todo».
Precisamente «como sucedió con ese hijo que, tras haber malgastado todo el
dinero de la herencia, con una vida inmoral», luego «se arrepintió» y preparó
el discurso para presentarse ante su padre. Pero «cuando llegó el padre no lo
dejó hablar, lo abrazó: porque él perdona todo. Lo abrazó».
Luego «hay otra cosa que hace Dios cuando
perdona: hace fiesta». Y «esta —precisó el Pontífice— no es una imagen, lo dice
Jesús: “Habrá fiesta en el cielo cuando un pecador vaya al Padre”». Por ello
verdaderamente «Dios hace fiesta». Así «cuando nosotros sentimos nuestro
corazón apesadumbrado por los pecados, podemos decir: vayamos al Señor a darle
alegría para que me perdone y haga fiesta». Dios «actúa así: hace fiesta
siempre porque reconcilia».
Continuando la meditación sobre la Carta a los
Hebreos, el Papa volvió a proponer las palabras conclusivas. Que, explicó,
sugieren «algo hermoso sobre el modo de perdonar de Dios: Dios olvida». Con
otras palabras la Escritura dice también: «Tus pecados los arrojaré al mar y si
son rojos como la sangre, llegarán a ser blancos como un corderillo» (cf. Miqueas
7, 19; Isaías 1, 18).
Dios, por lo tanto, «se olvida». Y así «si alguno
de nosotros va al Señor» y dice: «¿Te acuerdas, yo ese año hice aquella cosa
mala?», Él responde: «No, no, no. No recuerdo». Porque «una vez que Él perdona
no recuerda, olvida», mientras que nosotros «muchas veces con los demás
llevamos una “cuenta corriente”: este una vez hizo esto, una vez hizo esto
otro...». En cambio, «Dios, no: perdona y olvida». Pero —se preguntó el Papa
Francisco— «si Él olvida, ¿quién soy yo para recordar los pecados de los
demás?». El Padre, sin embargo, «olvida, perdona siempre, perdona todo, hace
fiesta cuando perdona y olvida, porque quiere reconciliar, quiere encontrarse
con nosotros».
A la luz de esta reflexión el Papa recordó que
«cuando uno de nosotros —un sacerdote, un obispo— va a confesar, siempre tiene
que pensar: ¿estoy dispuesto a perdonar todo? ¿Estoy dispuesto a perdonar
siempre? ¿Estoy dispuesto a alegrarme y hacer fiesta? ¿Estoy dispuesto a
olvidar los pecados de esa persona?». Así, «si tú no estás dispuesto, mejor que
ese día no vayas al confesonario: que vaya otro, porque tú no tienes el corazón
de Dios para perdonar». En efecto, «en la confesión, es verdad, existe un
juicio, porque el sacerdote juzga» diciendo: «has hecho mal en esto, has
hecho...». Sin embargo, explicó el Papa, «es más que un juicio: es un
encuentro, un encuentro con el Dios bueno que siempre perdona, que perdona
todo, que sabe hacer fiesta cuando perdona y que olvida tus pecados cuando te
perdona». Y «nosotros sacerdotes debemos tener esta actitud: hacer encontrar».
En cambio, «muchas veces las confesiones parecen un trámite, una formalidad»,
donde todo parece «mecánico», pero de ese modo, se preguntó el Pontífice,
¿dónde está «el encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta?
Este es nuestro Dios, tan bueno».
Es importante, destacó el Pontífice, «enseñar
igualmente a confesarse bien, de modo que aprendan nuestros niños, nuestros
jóvenes», y recuerden que «ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te
quiten una mancha»: confesarse «es ir al encuentro del Padre que reconcilia,
que perdona y que hace fiesta».
Como conclusión, el Papa Francisco invitó a
«pensar en esta alianza que el Señor hace cada vez que pedimos perdón». Y a
pensar también «en nuestro Padre que siempre reconcilia: el Dios reconcilió
consigo al mundo en Cristo, confiando a nosotros la palabra de la
reconciliación». El deseo, dijo también el Papa, es que «el Señor nos dé la
gracia de estar contentos hoy por tener un Padre que perdona siempre, que
perdona todo, que hace fiesta cuando perdona y que se olvida de nuestra
historia de pecado».