Este jueves, víspera del viernes de dolores y del comienzo de la Semana Santa, os dejamos esta entrada con una reflexión del Papa Francisco sobre el sacramento de la reconciliación, y que nos lleve a vivir más intensamente estos días de la pasión de Jesús y su resurrección.
Un Dios que reconcilia
Fuente:
L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 5, viernes 30 de
enero de 2015
La confesión no es un «juicio» ni una
«tintorería» que quita los pecados, sino el encuentro con un Padre que perdona
siempre, perdona todo, olvida las culpas del pasado y luego hace incluso
fiesta…
«Dios ha reconciliado consigo el mundo en Cristo
y nos confió a nosotros el mensaje de reconciliación» (cf. 2 Corintios
5, 19): he aquí el punto de partida elegido por el Papa Francisco para su meditación.
«Es hermoso este trabajo de Dios: reconciliar» destacó el Papa, poniendo
inmediatamente de relieve que Dios encomienda «también a nosotros esta tarea»,
es decir, «realizar la reconciliación, reconciliar siempre».
No cabe duda, dijo, que «el cristiano es hombre y
mujer de reconciliación, no de división». Por lo demás, «el padre de la
división es el diablo». Es Dios mismo, luego, quien da «este ejemplo de
reconciliar al mundo, a la gente». La referencia corresponde a «lo que hemos
escuchado en la primera lectura», tomada de la Carta a lo Hebreos (8, 6-13), en
especial a «esa promesa tan hermosa: “Yo haré una nueva alianza”». Es una
cuestión tan decisiva que, dijo el obispo de Roma, «cinco veces en este pasaje
se habla de la alianza». En efecto, «es Dios quien reconcilia, estableciendo
una nueva relación con nosotros, una nueva alianza». Y «por ello envía a Jesús;
el Dios que reconcilia es el Dios que perdona».
El pasaje de la Carta a los Hebreos, continuó el
Papa Francisco, «termina con esa hermosa promesa: “Ya no recordaré sus
pecados”». Es «el Dios que perdona: nuestro Dios perdona, reconcilia, sella la
nueva alianza y perdona». Pero «¿cómo perdona Dios? Ante todo, Dios perdona
siempre. No se cansa de perdonar. Somos nosotros quienes nos cansamos de pedir
perdón. Pero Él no se cansa de perdonar». Tan así que «cuando Pedro preguntó a
Jesús: ¿cuántas veces tengo que perdonar?, ¿siete veces?», la respuesta
recibida fue elocuente: «No siete veces sino setenta veces siete» (cf. Mateo
18, 21-22). Es decir, «siempre», porque precisamente «así perdona Dios:
siempre». Por lo tanto, «si tú has vivido una vida con muchos pecados, muchas
cosas malas, pero al final, arrepentido, pides perdón, te perdona
inmediatamente. Él perdona siempre».
En cambio, reconoció el Papa Francisco, «nosotros
no tenemos esta certeza en el corazón y muchas veces dudamos» preguntando si
«Dios perdonará». En realidad, recordó, «sólo hay que arrepentirse y pedir
perdón: ¡nada más! ¡No hay que pagar nada! Cristo pagó por nosotros y Él perdona
siempre».
«Otra cosa» importante que el Pontífice quiso
reafirmar es que Dios no sólo «perdona siempre», sino también que perdona
«todo: no existe pecado que Él no perdone». Tal vez, explicó, alguien podría
decir: «Yo no voy a confesarme porque he hecho muchas cosas malas, muchas de
esas cosas, por lo que no tendré perdón...». En cambio, «no es verdad», recordó
el Papa Francisco, porque Dios, «si tú vas arrepentido, perdona todo». Y
«muchas veces no te deja hablar: tú comienzas a pedir perdón y Él te hace
sentir la alegría del perdón antes de que tú hayas acabado de decir todo».
Precisamente «como sucedió con ese hijo que, tras haber malgastado todo el
dinero de la herencia, con una vida inmoral», luego «se arrepintió» y preparó
el discurso para presentarse ante su padre. Pero «cuando llegó el padre no lo
dejó hablar, lo abrazó: porque él perdona todo. Lo abrazó».
Luego «hay otra cosa que hace Dios cuando
perdona: hace fiesta». Y «esta —precisó el Pontífice— no es una imagen, lo dice
Jesús: “Habrá fiesta en el cielo cuando un pecador vaya al Padre”». Por ello
verdaderamente «Dios hace fiesta». Así «cuando nosotros sentimos nuestro
corazón apesadumbrado por los pecados, podemos decir: vayamos al Señor a darle
alegría para que me perdone y haga fiesta». Dios «actúa así: hace fiesta
siempre porque reconcilia».
Continuando la meditación sobre la Carta a los
Hebreos, el Papa volvió a proponer las palabras conclusivas. Que, explicó,
sugieren «algo hermoso sobre el modo de perdonar de Dios: Dios olvida». Con
otras palabras la Escritura dice también: «Tus pecados los arrojaré al mar y si
son rojos como la sangre, llegarán a ser blancos como un corderillo» (cf. Miqueas
7, 19; Isaías 1, 18).
Dios, por lo tanto, «se olvida». Y así «si alguno
de nosotros va al Señor» y dice: «¿Te acuerdas, yo ese año hice aquella cosa
mala?», Él responde: «No, no, no. No recuerdo». Porque «una vez que Él perdona
no recuerda, olvida», mientras que nosotros «muchas veces con los demás
llevamos una “cuenta corriente”: este una vez hizo esto, una vez hizo esto
otro...». En cambio, «Dios, no: perdona y olvida». Pero —se preguntó el Papa
Francisco— «si Él olvida, ¿quién soy yo para recordar los pecados de los
demás?». El Padre, sin embargo, «olvida, perdona siempre, perdona todo, hace
fiesta cuando perdona y olvida, porque quiere reconciliar, quiere encontrarse
con nosotros».
A la luz de esta reflexión el Papa recordó que
«cuando uno de nosotros —un sacerdote, un obispo— va a confesar, siempre tiene
que pensar: ¿estoy dispuesto a perdonar todo? ¿Estoy dispuesto a perdonar
siempre? ¿Estoy dispuesto a alegrarme y hacer fiesta? ¿Estoy dispuesto a
olvidar los pecados de esa persona?». Así, «si tú no estás dispuesto, mejor que
ese día no vayas al confesonario: que vaya otro, porque tú no tienes el corazón
de Dios para perdonar». En efecto, «en la confesión, es verdad, existe un
juicio, porque el sacerdote juzga» diciendo: «has hecho mal en esto, has
hecho...». Sin embargo, explicó el Papa, «es más que un juicio: es un
encuentro, un encuentro con el Dios bueno que siempre perdona, que perdona
todo, que sabe hacer fiesta cuando perdona y que olvida tus pecados cuando te
perdona». Y «nosotros sacerdotes debemos tener esta actitud: hacer encontrar».
En cambio, «muchas veces las confesiones parecen un trámite, una formalidad»,
donde todo parece «mecánico», pero de ese modo, se preguntó el Pontífice,
¿dónde está «el encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta?
Este es nuestro Dios, tan bueno».
Es importante, destacó el Pontífice, «enseñar
igualmente a confesarse bien, de modo que aprendan nuestros niños, nuestros
jóvenes», y recuerden que «ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te
quiten una mancha»: confesarse «es ir al encuentro del Padre que reconcilia,
que perdona y que hace fiesta».
Como conclusión, el Papa Francisco invitó a
«pensar en esta alianza que el Señor hace cada vez que pedimos perdón». Y a
pensar también «en nuestro Padre que siempre reconcilia: el Dios reconcilió
consigo al mundo en Cristo, confiando a nosotros la palabra de la
reconciliación». El deseo, dijo también el Papa, es que «el Señor nos dé la
gracia de estar contentos hoy por tener un Padre que perdona siempre, que
perdona todo, que hace fiesta cuando perdona y que se olvida de nuestra
historia de pecado».
No hay comentarios:
Publicar un comentario