El pasado viernes 17 de marzo, celebramos en la parroquia el rezo del Vía Crucis, con la participación de la Cofradía de la Virgen de la Salud, La Real Cofradía de Cristo Yacente, La A.M. Cristo Yacente, El coro parroquial y demás fieles devotos de nuestra parroquia. Un año más la lluvia no permitió que se pudiera celebrar por las calles del barrio, por lo que el rezo se realizo dentro de la iglesia. os dejamos unas imágenes del ese momento
La Diócesis de Salamanca está dividida eclesiásticamente en 7 arciprestazgos: 3 urbanos y 4 rurales, que comprenden 30 parroquias urbanas y 375 parroquias rurales, incluidos también otros centros de culto. La Parroquia San Pedro Apóstol de Salamanca pertenece al Arciprestazgo de San Pedro Apóstol, en Trastormes. Aquí os mantendremos informados de la actualidad parroquial. Sita en la Calle La Iglesia, 51 37008 Salamanca. Teléfono 923 19 86 99 Su párroco actual es D. José Luís Sánchez Moyano.
martes, 21 de marzo de 2023
viernes, 17 de marzo de 2023
ESTACIONES 10, 11 Y 12 DEL VÍA CRUCIS
Décima
Estación
Jesús es clavado en la cruz
Y cuando llegaron al
lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a Él y a los mal[1]hechores,
uno a la derecha y otro a la izquierda (Lc 23, 33).
Habían conducido a Jesús hasta el Gólgota. No iba solo, lo
acompañaban dos ladrones que también serían crucificados. Lo crucificaron; y,
con Él, a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús (Jn 19, 18). ¡Qué
imagen tan simbólica! El Cordero que quita el pecado del mundo se hace pecado y
paga por los demás. El gran pecado del mundo es la mentira de Satanás, y a
Jesús lo condenan por declarar la Verdad: su ser Hijo de Dios. La verdad es el
argumento para justificar la crucifixión. Es imposible describir lo que padeció
físicamente el cuerpo de Cristo colgando de la cruz, lo que sufrió moralmente al
verse desnudo crucificado entre dos malhechores y sentimentalmente, al encontrarse
abandonado de los suyos.
Jesús en la cruz acoge el sufrimiento de todos los que viven
clavados a situaciones dolorosas, como tantos padres y madres de familia, y tantos
jóvenes, que, por falta de trabajo, viven en la precariedad, en la pobreza y la
desesperanza, sin los recursos necesarios para sacar adelante a sus familias y
llevar una vida digna.
Undécima
Estación
Jesús muere en la cruz
«Jesús, clamando con
voz potente, dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y, dicho esto,
expiró» (Lc 23, 46).
«Pero al llegar a
Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas» (Jn 19, 33).
Era sábado, el día de la preparación para la fiesta de la
Pascua. Pilatos autorizó que les quebraran las piernas para acelerarles la
muerte y no quedaran colgados durante la fiesta. Jesús ya había muerto, y un
soldado, para asegurarse, le traspasó el corazón con una lanza. Así se cumplieron
las Escrituras: No le quebrarán ni un hueso. El sol se oscureció y el velo del
Templo se rasgó por la mitad. Tembló la tierra… Es momento sagrado de
contemplación. Es momento de adoración, de situarse frente al cuerpo de nuestro
Redentor: sin vida, machacado, triturado, colgado…, pagando el precio de
nuestras maldades, de mis maldades… Señor, pequé, ¡ten misericordia de mí,
pecador! Amén.
Jesús muere por mí. Jesús me alcanza la misericordia del Padre.
Jesús paga todo lo que yo debía. ¿Qué hago yo por Él? Ante el drama de tantas
personas crucificadas por diferentes discapacidades, ¿lucho por extender y
proclamar la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida?
Duodécima
Estación
El descendimiento de la cruz
«Pilatos mandó que se
lo entregaran» (Mt 27, 57).
«José, tomando el
cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia» (Mt 27, 59).
Cristo ha muerto y hay que bajarlo de la cruz. Acerquémonos
a la Virgen y compartamos su dolor. ¡Qué pasaría por su mente! «¿Quién me lo
bajará? ¿Dónde lo colocaré?» Y repetiría de nuevo como en Nazaret: «¡Hágase!»
Pero ahora está más unida a la entrega incondicional de su Hijo: «Todo está consumado».
Entonces aparecieron José de Arimatea y Nicodemo, que, aunque pertenecientes al
Sanedrín, no habían te[1]nido parte en la muerte del
Señor. Son ellos quienes piden a Pilatos el cuerpo del Maestro para colocarlo
en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que estaba cerca del Calvario.
Cristo ha fracasado, haciendo suyos todos los fracasos de la
Humanidad. El Hijo del hombre ha sido eliminado y ha compartido la suerte de los
que, por distintas razones, han sido considerados la escoria de la Humanidad, porque
no saben, no pueden, no valen. Son, entre otros, las víctimas del sida, que,
con las llagas de su cruz, esperan que alguien se ocupe de ellos.
viernes, 10 de marzo de 2023
ESTACIONES 7, 8 Y 9
Séptima Estación
El Cirineo ayuda a llevar la cruz
«Mientras lo
conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del
campo» (Lc 23, 26). «Y
lo forzaron a llevar su cruz» (Mt 27, 32).
Simón era un agricultor que venía de trabajar en el campo.
Le obligaron a llevar la cruz de nuestro Señor, no movidos por la compasión,
sino por temor a que se les muriese en el camino. Simón se resiste, pero la
imposición, por parte de los soldados, es tajante. Tuvo que aceptar a la
fuerza. Al contacto con Jesús, va cambiando la actitud de su corazón y termina
compartiendo la situación de aquel ajusticiado desconocido que, en silencio,
lleva un peso superior a sus débiles fuerzas. ¡Qué importante es para los cristianos
descubrir lo que pasa a nuestro alrededor, y tomar conciencia de las personas
que nos necesitan!
Jesús se ha sentido aliviado gracias a la ayuda del Cirineo.
Miles de jóvenes marginados de la sociedad, de toda raza, condición y credo,
encuentran cada día cirineos que, en una entrega generosa, caminan con ellos
abrazando su misma cruz.
Octava Estación
La Verónica enjuga el rostro de Jesús
«Jesús se volvió hacia
ellas y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y
por vuestros hijos”» (Lc 23, 27–28).
«El Señor lo guarda y
lo conserva en vida, para que sea dichoso en la tierra, y no lo entrega a la
saña de sus enemigos» (Sal 41, 3).
Le seguía una multitud del pueblo y un grupo de mujeres que
se golpeaban el pecho y se lamentaban llorando. Jesús se volvió y les dijo: «No
lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos». Llorad, no con
llanto de tristeza que endurece el corazón y lo predispone a producir nuevos
crímenes… Llorad con llanto suave de súplica, pidiendo al cielo misericordia y
perdón. Una de las mujeres, conmovida al ver el rostro del Señor lleno de
sangre, tierra y salivazos, sorteó valientemente a los soldados y llegó hasta
Él. Se quitó el pañuelo y le limpió la cara suavemente. Un soldado la apartó
con violencia, pero, al mirar el pañuelo, vio que llevaba plasmado el rostro
ensangrentado y doliente de Cristo.
Jesús se compadece de las mujeres de Jerusalén, y en el paño
de la Verónica deja plasmado su rostro, que evoca el de tantos hombres que han
sido desfigurados por regí[1]menes ateos que destruyen a
la persona y la privan de su dignidad.
Novena
Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras
«Lo crucifican y se
reparten sus ropas, echándolas a suerte» (Mc 15, 24).
«De la planta del pie
a la cabeza no queda parte ilesa» (Is 1, 6).
Mientras preparan los clavos y las cuerdas para crucificarlo,
Jesús permanece de pie. Un despiadado soldado se acerca y, tirándole de la túnica,
se la quita. Las heridas comenzaron a sangrar de nuevo causándole un terrible
dolor. Después se repartieron los vestidos. Jesús queda desnudo ante la plebe.
Le han despojado de todo y le hacen objeto de burla. No hay mayor humillación,
ni mayor desprecio.
Los vestidos no sólo cubren el cuerpo, sino también el interior
de la persona, su intimidad, su dignidad. Jesús pasó por este bochorno porque
quiso cargar con todos los pecados contra la integridad y la pureza, y murió para
quitar los pecados de todos (Hb
9, 28).