Fiesta de la Virgen de la Salud

viernes, 24 de marzo de 2023

ESTACIONES 13 Y 14 DEL VIACRUCIS

 

Decimotercera Estación

Jesús en brazos de su madre

«Una espada te traspasará el alma» (Lc 2, 34).

«Ved si hay dolor como el dolor que me atormenta» (Lam 2, 12).

Aunque todos somos culpables de la muerte de Jesús, en estos momentos tan dolorosos la Virgen necesita nuestro amor y cercanía. Nuestra conciencia de pecadores arrepentidos le servirá de consuelo. Con actitud filial, situémonos a su lado, y aprendamos a recibir a Jesús con la ternura y amor con que ella recibió en sus brazos al cuerpo destrozado y sin vida de su Hijo. «¿Hay dolor semejante a mi dolor?» Y, mientras preparaban el cuerpo del Señor según se acostumbra a enterrar entre los judíos (Jn 19, 40) para darle sepultura, María, adorando el Misterio que había guardado en su corazón sin entenderlo, repetiría conmovida con el profeta: «Pueblo mío, ¿qué te he hecho?, ¿en qué te he molestado? ¡Respóndeme!» (Mq 6, 3).

Al contemplar el dolor de la Virgen, hacemos memoria del dolor y la soledad de tantos padres y madres que han perdido a sus hijos por el hambre, mientras sociedades opulentas, engullidas por el dragón del consumismo, de la perversión materialista, se hunden en el nihilismo de la vaciedad de su vida.

 


Decimocuarta Estación

Jesús es colocado en el sepulcro

«Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a

Jesús» (Jn 19, 42).

«José de Arimatea rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó» (Mt 27, 60).

Por la proximidad de la fiesta, se dieron prisa en preparar el cuerpo del Señor para colocarlo en el sepulcro que ofrecieron José y Nicodemo. El sepulcro era nuevo, a nadie se había enterrado en él. Una vez colocado el cuerpo sobre la roca, José hizo rodar la piedra de la puerta, quedando la entrada totalmente cerrada. Si el grano de trigo no muere… Y, después del ruido de la piedra al cerrar el acceso al sepulcro, María, en el silencio de su soledad, aprieta la espiga que ya lleva en su corazón como primicia de la Resurrección.

En esta espiga recordamos el trabajo humilde y sacrificado de tantas vidas gastadas en una entrega sacrificada al servicio de Dios y del prójimo, de tantas vidas que esperan ser fecundas uniéndose a la muerte de Jesús. Recordamos a los buenos samaritanos, que aparecen en cualquier rincón de la tierra para compartir las consecuencias de las fuerzas de la naturaleza: terremotos, huracanes, maremotos…

martes, 21 de marzo de 2023

VÍA CRUCIS PARROQUIAL 17 DE MARZO DE 2023

 El pasado viernes 17 de marzo, celebramos en la parroquia el rezo del Vía Crucis, con la participación de la Cofradía de la Virgen de la Salud, La Real Cofradía de Cristo Yacente, La A.M. Cristo Yacente, El coro parroquial y demás fieles devotos de nuestra parroquia. Un año más la lluvia no permitió que se pudiera celebrar por las calles del barrio, por lo que el rezo se realizo dentro de la iglesia. os dejamos unas imágenes del ese momento



















viernes, 17 de marzo de 2023

ESTACIONES 10, 11 Y 12 DEL VÍA CRUCIS

Décima Estación

Jesús es clavado en la cruz

Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a Él y a los mal[1]hechores, uno a la derecha y otro a la izquierda (Lc 23, 33).

Habían conducido a Jesús hasta el Gólgota. No iba solo, lo acompañaban dos ladrones que también serían crucificados. Lo crucificaron; y, con Él, a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús (Jn 19, 18). ¡Qué imagen tan simbólica! El Cordero que quita el pecado del mundo se hace pecado y paga por los demás. El gran pecado del mundo es la mentira de Satanás, y a Jesús lo condenan por declarar la Verdad: su ser Hijo de Dios. La verdad es el argumento para justificar la crucifixión. Es imposible describir lo que padeció físicamente el cuerpo de Cristo colgando de la cruz, lo que sufrió moralmente al verse desnudo crucificado entre dos malhechores y sentimentalmente, al encontrarse abandonado de los suyos.

Jesús en la cruz acoge el sufrimiento de todos los que viven clavados a situaciones dolorosas, como tantos padres y madres de familia, y tantos jóvenes, que, por falta de trabajo, viven en la precariedad, en la pobreza y la desesperanza, sin los recursos necesarios para sacar adelante a sus familias y llevar una vida digna.

 


Undécima Estación

Jesús muere en la cruz

«Jesús, clamando con voz potente, dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”. Y, dicho esto, expiró» (Lc 23, 46).

«Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas» (Jn 19, 33).

Era sábado, el día de la preparación para la fiesta de la Pascua. Pilatos autorizó que les quebraran las piernas para acelerarles la muerte y no quedaran colgados durante la fiesta. Jesús ya había muerto, y un soldado, para asegurarse, le traspasó el corazón con una lanza. Así se cumplieron las Escrituras: No le quebrarán ni un hueso. El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por la mitad. Tembló la tierra… Es momento sagrado de contemplación. Es momento de adoración, de situarse frente al cuerpo de nuestro Redentor: sin vida, machacado, triturado, colgado…, pagando el precio de nuestras maldades, de mis maldades… Señor, pequé, ¡ten misericordia de mí, pecador! Amén.

Jesús muere por mí. Jesús me alcanza la misericordia del Padre. Jesús paga todo lo que yo debía. ¿Qué hago yo por Él? Ante el drama de tantas personas crucificadas por diferentes discapacidades, ¿lucho por extender y proclamar la dignidad de la persona y el Evangelio de la vida?

 

Duodécima Estación

El descendimiento de la cruz

«Pilatos mandó que se lo entregaran» (Mt 27, 57).

«José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia» (Mt 27, 59).

Cristo ha muerto y hay que bajarlo de la cruz. Acerquémonos a la Virgen y compartamos su dolor. ¡Qué pasaría por su mente! «¿Quién me lo bajará? ¿Dónde lo colocaré?» Y repetiría de nuevo como en Nazaret: «¡Hágase!» Pero ahora está más unida a la entrega incondicional de su Hijo: «Todo está consumado». Entonces aparecieron José de Arimatea y Nicodemo, que, aunque pertenecientes al Sanedrín, no habían te[1]nido parte en la muerte del Señor. Son ellos quienes piden a Pilatos el cuerpo del Maestro para colocarlo en un sepulcro nuevo, de su propiedad, que estaba cerca del Calvario.

Cristo ha fracasado, haciendo suyos todos los fracasos de la Humanidad. El Hijo del hombre ha sido eliminado y ha compartido la suerte de los que, por distintas razones, han sido considerados la escoria de la Humanidad, porque no saben, no pueden, no valen. Son, entre otros, las víctimas del sida, que, con las llagas de su cruz, esperan que alguien se ocupe de ellos.