jueves, 7 de abril de 2022

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA RECONCILIACIÓN

 Este jueves, víspera del viernes de dolores y del comienzo de la Semana Santa, os dejamos esta entrada con una reflexión del Papa Francisco sobre el sacramento de la reconciliación, y que nos lleve a vivir más intensamente estos días de la pasión de Jesús y su resurrección.



Un Dios que reconcilia

Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 5, viernes 30 de enero de 2015

La confesión no es un «juicio» ni una «tintorería» que quita los pecados, sino el encuentro con un Padre que perdona siempre, perdona todo, olvida las culpas del pasado y luego hace incluso fiesta…

«Dios ha reconciliado consigo el mundo en Cristo y nos confió a nosotros el mensaje de reconciliación» (cf. 2 Corintios 5, 19): he aquí el punto de partida elegido por el Papa Francisco para su meditación. «Es hermoso este trabajo de Dios: reconciliar» destacó el Papa, poniendo inmediatamente de relieve que Dios encomienda «también a nosotros esta tarea», es decir, «realizar la reconciliación, reconciliar siempre».

No cabe duda, dijo, que «el cristiano es hombre y mujer de reconciliación, no de división». Por lo demás, «el padre de la división es el diablo». Es Dios mismo, luego, quien da «este ejemplo de reconciliar al mundo, a la gente». La referencia corresponde a «lo que hemos escuchado en la primera lectura», tomada de la Carta a lo Hebreos (8, 6-13), en especial a «esa promesa tan hermosa: “Yo haré una nueva alianza”». Es una cuestión tan decisiva que, dijo el obispo de Roma, «cinco veces en este pasaje se habla de la alianza». En efecto, «es Dios quien reconcilia, estableciendo una nueva relación con nosotros, una nueva alianza». Y «por ello envía a Jesús; el Dios que reconcilia es el Dios que perdona».

El pasaje de la Carta a los Hebreos, continuó el Papa Francisco, «termina con esa hermosa promesa: “Ya no recordaré sus pecados”». Es «el Dios que perdona: nuestro Dios perdona, reconcilia, sella la nueva alianza y perdona». Pero «¿cómo perdona Dios? Ante todo, Dios perdona siempre. No se cansa de perdonar. Somos nosotros quienes nos cansamos de pedir perdón. Pero Él no se cansa de perdonar». Tan así que «cuando Pedro preguntó a Jesús: ¿cuántas veces tengo que perdonar?, ¿siete veces?», la respuesta recibida fue elocuente: «No siete veces sino setenta veces siete» (cf. Mateo 18, 21-22). Es decir, «siempre», porque precisamente «así perdona Dios: siempre». Por lo tanto, «si tú has vivido una vida con muchos pecados, muchas cosas malas, pero al final, arrepentido, pides perdón, te perdona inmediatamente. Él perdona siempre».

En cambio, reconoció el Papa Francisco, «nosotros no tenemos esta certeza en el corazón y muchas veces dudamos» preguntando si «Dios perdonará». En realidad, recordó, «sólo hay que arrepentirse y pedir perdón: ¡nada más! ¡No hay que pagar nada! Cristo pagó por nosotros y Él perdona siempre».

«Otra cosa» importante que el Pontífice quiso reafirmar es que Dios no sólo «perdona siempre», sino también que perdona «todo: no existe pecado que Él no perdone». Tal vez, explicó, alguien podría decir: «Yo no voy a confesarme porque he hecho muchas cosas malas, muchas de esas cosas, por lo que no tendré perdón...». En cambio, «no es verdad», recordó el Papa Francisco, porque Dios, «si tú vas arrepentido, perdona todo». Y «muchas veces no te deja hablar: tú comienzas a pedir perdón y Él te hace sentir la alegría del perdón antes de que tú hayas acabado de decir todo». Precisamente «como sucedió con ese hijo que, tras haber malgastado todo el dinero de la herencia, con una vida inmoral», luego «se arrepintió» y preparó el discurso para presentarse ante su padre. Pero «cuando llegó el padre no lo dejó hablar, lo abrazó: porque él perdona todo. Lo abrazó».

Luego «hay otra cosa que hace Dios cuando perdona: hace fiesta». Y «esta —precisó el Pontífice— no es una imagen, lo dice Jesús: “Habrá fiesta en el cielo cuando un pecador vaya al Padre”». Por ello verdaderamente «Dios hace fiesta». Así «cuando nosotros sentimos nuestro corazón apesadumbrado por los pecados, podemos decir: vayamos al Señor a darle alegría para que me perdone y haga fiesta». Dios «actúa así: hace fiesta siempre porque reconcilia».

Continuando la meditación sobre la Carta a los Hebreos, el Papa volvió a proponer las palabras conclusivas. Que, explicó, sugieren «algo hermoso sobre el modo de perdonar de Dios: Dios olvida». Con otras palabras la Escritura dice también: «Tus pecados los arrojaré al mar y si son rojos como la sangre, llegarán a ser blancos como un corderillo» (cf. Miqueas 7, 19; Isaías 1, 18).

Dios, por lo tanto, «se olvida». Y así «si alguno de nosotros va al Señor» y dice: «¿Te acuerdas, yo ese año hice aquella cosa mala?», Él responde: «No, no, no. No recuerdo». Porque «una vez que Él perdona no recuerda, olvida», mientras que nosotros «muchas veces con los demás llevamos una “cuenta corriente”: este una vez hizo esto, una vez hizo esto otro...». En cambio, «Dios, no: perdona y olvida». Pero —se preguntó el Papa Francisco— «si Él olvida, ¿quién soy yo para recordar los pecados de los demás?». El Padre, sin embargo, «olvida, perdona siempre, perdona todo, hace fiesta cuando perdona y olvida, porque quiere reconciliar, quiere encontrarse con nosotros».

A la luz de esta reflexión el Papa recordó que «cuando uno de nosotros —un sacerdote, un obispo— va a confesar, siempre tiene que pensar: ¿estoy dispuesto a perdonar todo? ¿Estoy dispuesto a perdonar siempre? ¿Estoy dispuesto a alegrarme y hacer fiesta? ¿Estoy dispuesto a olvidar los pecados de esa persona?». Así, «si tú no estás dispuesto, mejor que ese día no vayas al confesonario: que vaya otro, porque tú no tienes el corazón de Dios para perdonar». En efecto, «en la confesión, es verdad, existe un juicio, porque el sacerdote juzga» diciendo: «has hecho mal en esto, has hecho...». Sin embargo, explicó el Papa, «es más que un juicio: es un encuentro, un encuentro con el Dios bueno que siempre perdona, que perdona todo, que sabe hacer fiesta cuando perdona y que olvida tus pecados cuando te perdona». Y «nosotros sacerdotes debemos tener esta actitud: hacer encontrar». En cambio, «muchas veces las confesiones parecen un trámite, una formalidad», donde todo parece «mecánico», pero de ese modo, se preguntó el Pontífice, ¿dónde está «el encuentro con el Señor que reconcilia, te abraza y hace fiesta? Este es nuestro Dios, tan bueno».

Es importante, destacó el Pontífice, «enseñar igualmente a confesarse bien, de modo que aprendan nuestros niños, nuestros jóvenes», y recuerden que «ir a confesarse no es ir a la tintorería para que te quiten una mancha»: confesarse «es ir al encuentro del Padre que reconcilia, que perdona y que hace fiesta».

Como conclusión, el Papa Francisco invitó a «pensar en esta alianza que el Señor hace cada vez que pedimos perdón». Y a pensar también «en nuestro Padre que siempre reconcilia: el Dios reconcilió consigo al mundo en Cristo, confiando a nosotros la palabra de la reconciliación». El deseo, dijo también el Papa, es que «el Señor nos dé la gracia de estar contentos hoy por tener un Padre que perdona siempre, que perdona todo, que hace fiesta cuando perdona y que se olvida de nuestra historia de pecado».

 


sábado, 2 de abril de 2022

VIA CRUCIS PARROQUIAL DEL 01/04/2022

 Os dejamos unas imágenes el Viacrucis celebrado en nuestra parroquia el primer viernes de abril, con la participación de la Real cofradía de Cristo Yacente y los fieles de la parroquia, el acompañamiento musical corrió a cargo de la banda de la cofradía.

Os damos las gracias a todos los fieles y devotos tanto de nuestra parroquia como de la cofradía por vuestra asistencia, esperamos que esta meditación de la pasión del Señor os lleve a vivir mas intensamente estos días de semana santa que se acercan y acojáis con alegría la pascua y resurrección de Jesús





































viernes, 1 de abril de 2022

5º VIERNES DE CUARESMA

 

Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su madre

V: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos

R: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo

 


Evangelio:

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 54-55

El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios». Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle.

 

 

Meditación:

Para que los cadáveres no quedaran en la cruz al día siguiente, que era un sábado muy solemne para los judíos, éstos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran; los soldados sólo quebraron las piernas de los otros dos, y a Jesús, que ya había muerto, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza. Después, José de Arimatea y Nicodemo, discípulos de Jesús, obtenido el permiso de Pilato y ayudados por sus criados o por otros discípulos del Maestro, se acercaron a la cruz, desclavaron cuidadosa y reverentemente los clavos de las manos y los pies y con todo miramiento lo descolgaron. Al pie de la cruz estaba la Madre, que recibió en sus brazos y puso en su regazo maternal el cuerpo sin vida de su Hijo.

Escena conmovedora, imagen de amor y de dolor, expresión de la piedad y ternura de una Madre que contempla, siente y llora las llegas de su Hijo martirizado. Una lanza había atravesado el costado de Cristo, y la espada que anunciara Simeón acabó de atravesar el alma de la María.

 

Rezo del Padrenuestro, Avemaría y Gloria

“Jesús, pequé: ten piedad y misericordia de mí”

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén

Decimocuarta estación: Jesús es puesto en el sepulcro

V: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos

R: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo

 


Evangelio:

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 59-61

José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

 

 

Meditación:

José de Arimatea y Nicodemo tomaron luego el cuerpo de Jesús de los brazos de María y lo envolvieron en una sábana limpia que José había comprado. Cerca de allí tenía José un sepulcro nuevo que había cavado para sí mismo, y en él enterraron a Jesús. Mientras los varones procedían a la sepultura de Cristo, las santas mujeres que solían acompañarlo, y sin duda su Madre, estaban sentadas frente al sepulcro y observaban dónde y cómo quedaba colocado el cuerpo. Después, hicieron rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro, y regresaron todos a Jerusalén.

Con la sepultura de Jesús el corazón de su Madre quedaba sumido en tinieblas de tristeza y soledad. Pero en medio de esas tinieblas brillaba la esperanza cierta de que su Hijo resucitaría, como Él mismo había dicho. En todas las situaciones humanas que se asemejen al paso que ahora contemplamos, la fe en la resurrección es el consuelo más firme y profundo que podemos tener. Cristo ha convertido en lugar de mera transición la muerte y el sepulcro, y cuanto simbolizan.

 

Rezo del Padrenuestro, Avemaría y Gloria

“Jesús, pequé: ten piedad y misericordia de mí”

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén

Decimoquinta estación: Jesús es puesto en el sepulcro

V: Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos

R: Pues por tu santa cruz redimiste al mundo

 


Evangelio:

Lectura del Evangelio San Marcos 16, 1 – 7

“Pasado el sábado María Magdalena, María la de Santiago y Salomé, compraron perfumes para ir a embalsamar a Jesús. Muy de madrugada fueron al sepulcro. Iban comentando ¿quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero vieron que la piedra había sido ya corrida y eso que era muy grande. Al entrar vieron un joven sentado vestido con una túnica blanca. Se asustaron pero él les dijo:

No os asustéis. Buscáis a Jesús, el crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron. Id a decir a sus discípulos: Él va delante de vosotros a Galilea, allí lo veréis tal como os dijo.”

 

 

Meditación:

Pasado el sábado, María Magdalena y otras piadosas mujeres fueron muy de madrugada al sepulcro. Llegadas allí observaron que la piedra había sido removida. Entraron en el sepulcro y no hallaron el cuerpo del Señor, pero vieron a un ángel que les dijo: «Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí». Poco después llegaron Pedro y Juan, que comprobaron lo que les habían dicho las mujeres. Pronto comenzaron las apariciones de Jesús resucitado: la primera, sin duda, a su Madre; luego, a la Magdalena, a Simón Pedro, a los discípulos de Emaús, al grupo de los apóstoles reunidos, etc., y así durante cuarenta días. Nadie presenció el momento de la resurrección, pero fueron muchos los que, siendo testigos presenciales de la muerte y sepultura del Señor, después lo vieron y trataron resucitado.

En los planes salvíficos de Dios, la pasión y muerte de Jesús no tenían como meta y destino el sepulcro, sino la resurrección, en la que definitivamente la vida vence a la muerte, la gracia al pecado, el amor al odio. Como enseña San Pablo, la resurrección de Cristo es nuestra resurrección, y si hemos resucitado con Cristo hemos de vivir según la nueva condición de hijos de Dios que hemos recibido en el bautismo.

 

Rezo del Padrenuestro, Avemaría y Gloria

“Jesús, pequé: ten piedad y misericordia de mí”

Bendita y alabada sea la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén