ORACIÓN DE
COMIENZO.
Señor, ante
la imagen de la Virgen de la Salud, vengo a pedirte que me ensanches mi mente
y, sobre todo mi corazón, para descubrir mi verdadera familia, mi familia en el
espíritu, mi familia en la fe. Está por encima de los lazos de la carne y de la
sangre. En esta familia yo descubro a Dios como Padre y a los demás como
hermanos y hermanas. A esta gran familia pertenece especialmente María, la
madre de Jesús, pero también nuestra madre.
Lectura del
santo Evangelio según San Mateo
12, 46 – 50
Todavía estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos,
que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus
hermanos están ahí afuera y quieren hablarte». Jesús le respondió: «¿Quién es
mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y señalando con la mano a sus
discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace
la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y
mi madre».
MEDITACIÓN
«¿Quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos?»
En el antiguo Israel,
el clan, es decir la gran familia (la comunidad) era la base de la convivencia
social. Era la protección de las familias y de las personas, la garantía de la
posesión de la tierra, el cauce principal de la tradición, la defensa de la
identidad.
A primera vista, nos
parece que Jesús no tiene un comportamiento correcto con su madre. Todos
hubieran deseado que, ante el anuncio de que su madre estaba ahí, hubiera
cortado el discurso para saludar dar un abrazo a su madre. Pero Jesús, con este
comportamiento, nos está diciendo que a su madre no la podemos encasillar en un
esquema meramente “biológico”. Ella es grande porque siempre ha sido “la oyente
de la Palabra de Dios”, la que siempre ha cumplido la voluntad del Padre. María
va a ser una persona muy especial, un miembro cualificado, en la gran familia
de los seguidores de Jesús. Y es que Jesús nunca ha querido separar a su madre,
del Pueblo de Dios. En esta maravillosa “caravana de la fe” Ella es la primera.
“Dichosa tú, la creyente”. Le dijo su prima Isabel. Y dichosos de nosotros que
nos podemos aprovechar de la “palabra” del Señor, vivida, rumiada, asimilada,
en el corazón de María.
ORACIÓN
FINAL
Dios Padre, gracias por darme a mis hermanos, por permitirme disfrutarlos y convivir con ellos en mi casa, en la comunidad, en el trabajo, en la escuela, en el deporte, donde quiera que sea, y porque ellos también disfrutan de mi presencia y juntos somos tu rostro, tu Cuerpo, así mismo quiero cumplir con tu voluntad y hacer lo que tú me pides, hay veces que no estoy atento o dudo, te pido me ayudes a entender mejor tus llamados, tus planes y así poder cumplir contigo, mi Señor.
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