ORACIÓN DE COMIENZO
Ora hoy y presenta al Señor las palabras del Papa
Francisco en la festividad de Santa María, Madre de Dios:
El Espíritu… derrita lo
que está cerrado y nos conceda volvernos tiernos delante de la debilidad del
Niño Jesús. La paz de hecho, necesita de la fuerza de la mansedumbre, la fuerza
no violenta de la verdad y del amor. En las manos de María, Madre del Redentor,
ponemos con confianza filial todas nuestras esperanzas.
A Ella le pedimos que el
evangelio de la fraternidad, anunciado y testimoniado por la Iglesia, pueda
hablar a cada conciencia y abatir las murallas que impiden a los enemigos
reconocerse como hermanos.
Lectura
del Santo Evangelio según San Lucas 2,16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén
y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo,
contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se
admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a
Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho. Al cumplirse
los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como
lo había llamado el ángel antes de su concepción.
MEDITACIÓN
Hoy, la Iglesia contempla la maternidad de la Madre de
Dios, modelo de su propia maternidad para todos nosotros. Lucas nos presenta el
“encuentro” de los pastores “con el Niño”, que estaba acompañado de María, su
Madre y de José.
Los hombres, al igual que hace más de dos mil años, seguimos
necesitando de Cristo. Pero pocos lo recibimos y lo aceptamos, porque nos olvidamos
del ejemplo que nos dan María y los pastorcillos.
El Evangelio nos dice que los pastores después de
escuchar el mensaje del ángel “fueron a toda prisa”. Es decir, pusieron en
práctica lo que les pedía Dios: caminar hacia Belén, donde encontrarían al
Salvador. Y es precisamente esto lo que necesitamos.
Para tener a Jesús hay que decidirse a dejar los
“rebaños” del egoísmo, de la comodidad, el placer y la vanidad, pues no existe
un Jesús a nuestra medida, sino el único que encontraron los pastorcillos “un
niño envuelto en pañales recostado en un pesebre”.
Para llegar a Jesús hace falta ser humildes, pues la
entrada de la cueva es pequeña y exige agacharse. Es Dios mismo quien nos
enseña, desde ese pesebre, que su seguimiento exige cruz, dolor, humildad,
pureza y pobreza de corazón, y obediencia a la voluntad de Dios. Y es esto lo
que da la paz y la felicidad en el corazón. María, la Madre de Dios, nos enseña
que para llegar a Cristo hace falta también la oración. Ella “guardaba todas
las cosas y las meditaba en su corazón”.
ORACIÓN
FINAL
Gracias, Señor, porque hoy me muestras la fe de la
Virgen, que meditaba todos los acontecimientos en su corazón. Y los pastores,
qué gran lección de humildad y de amor. No preguntan, no cuestionan, con
sencillez aceptan el anuncio y salen maravillados después de contemplar a
Jesús. Permite, Señor, que en este nuevo año sepa cultivar la unión contigo en
la oración, para que pueda verte en todos los acontecimientos. Para ello sé que
se necesita más que el deseo o la buena intención, tengo que hacer una opción
radical por la oración, que me lleve a dedicarte lo mejor de mi tiempo.
El
Concilio Vaticano II hace referencia del dogma así:
"Desde los tiempos más antiguos, la
Bienaventurada Virgen es honrada con el título de Madre de Dios, a cuyo amparo
los fieles acuden con sus súplicas en todos sus peligros y necesidades" (Constitución
Dogmática Lumen Gentium, 66).
Palabras
del Santo Padre Francisco
«Así como los pastores, contemplan el icono del Niño
en brazos de su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso
agradecimiento hacia quien ha dado al mundo al Salvador. Por ello le decimos:
“Gracias,
oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, ¡Santa Madre de Dios! Gracias por tu
humildad que ha atraído la mirada de Dios; gracias por la fe con la cual has
acogido su Palabra; gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”,
olvidada de sí misma, fascinada por el Amor Santo, convertida en una única cosa
junto con su esperanza. Gracias, ¡oh Santa Madre de Dios! Reza por nosotros,
peregrinos del tiempo; ayúdanos a caminar por la vía de la paz. Amén.”
(Angelus de S.S. Francisco, 1 de enero de
2017).
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