Novena
estación: Jesús cae por tercera vez
V: Te adoramos, oh Cristo y te
bendecimos
R: Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo
Evangelio:
Lectura del
libro de las Lamentaciones 3, 27-32
Bueno es para
el hombre soportar el yugo desde su juventud. Que se sienta solitario y
silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo: quizá
haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere, que se harte de
oprobios. Porque el Señor no desecha para siempre a los humanos: si llega a
afligir, se apiada luego según su inmenso amor.
Meditación:
Una
vez llegado al Calvario, en la cercanía inmediata del punto en que iba a ser
crucificado, Jesús cayó por tercera vez, exhausto y sin arrestos ya para levantarse.
Las condiciones en que venía y la continua subida lo habían dejado sin aliento.
Había mantenido su decisión de secundar los planes de Dios, a los que servían
los planes de los hombres, y así había alcanzado, aunque con un total
agotamiento, los pies del altar en que había de ser inmolado.
Jesús
agota sus facultades físicas y psíquicas en el cumplimiento de la voluntad del
Padre, hasta llegar a la meta y desplomarse. Nos enseña que hemos de seguirle
con la cruz a cuestas por más caídas que se produzcan y hasta entregarnos en
las manos del Padre vacíos de nosotros mismos y dispuestos a beber el cáliz que
también nosotros hemos de beber. Por otra parte, la escena nos invita a
recapacitar sobre el peso y la gravedad de los pecados, que hundieron a Cristo.
Rezo del Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
“Jesús, pequé: ten piedad y
misericordia de mí”
Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén
Decima
estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
V: Te adoramos, oh Cristo y te
bendecimos
R: Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo
Evangelio:
Lectura del
Evangelio según San Mateo 27, 33 -36
Cuando
llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a
beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de
crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a
custodiarlo.
Meditación:
Ya
en el Calvario y antes de crucificar a Jesús, le dieron a beber vino mezclado
con mirra; era una piadosa costumbre de los judíos para amortiguar la
sensibilidad del que iba a ser ajusticiado. Jesús lo probo, como gesto de
cortesía, pero no quiso beberlo; prefería mantener la plena lucidez y
conciencia en los momentos supremos de su sacrificio. Por otra parte, los
soldados despojaron a Jesús, sin cuidado ni delicadeza alguna, de sus ropas,
incluidas las que estaban pegadas en la carne viva, y, después de la
crucifixión, se las repartieron.
Para
Jesús fue sin duda muy doloroso ser así despojado de sus propios vestidos y ver
a qué manos iban a parar. Y especialmente para su Madre, allí presente, hubo de
ser en extremo triste verse privada de aquellas prendas, tal vez labradas por
sus manos con maternal solicitud, y que ella habría guardado como recuerdo del
Hijo querido.
Rezo del Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
“Jesús, pequé: ten piedad y
misericordia de mí”
Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén
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