Quinta
estación: el cireneo ayuda a Jesús a llevar su cruz
V: Te adoramos, oh Cristo y te
bendecimos
R: Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo
Evangelio:
Lectura
Evangelio según San Mateo 27, 32; 16, 24
Al salir,
encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara
la cruz.
Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue
a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga».
Meditación:
Jesús
salió del pretorio llevando a cuestas su cruz, camino del Calvario; pero su
primera caída puso de manifiesto el agotamiento del reo. Temerosos los soldados
de que la víctima sucumbiese antes de hora, pensaron en buscarle un sustituto.
Entonces el centurión obligó a un tal Simón de Cirene, que venía del campo y
pasaba por allí, a que tomara la cruz sobre sus hombros y la llevara detrás de
Jesús. Tal vez Simón tomó la cruz de mala gana y a la fuerza, pero luego,
movido por el ejemplo de Cristo y tocado por la gracia, la abrazó con
resignación y amor y fue para él y sus hijos el origen de su conversión.
El
Cireneo ha venido a ser como la imagen viviente de los discípulos de Jesús, que
toman su cruz y le siguen. Además, el ejemplo de Simón nos invita a llevar los
unos las cargas de los otros, como enseña San Pablo. En los que más sufren
hemos de ver a Cristo cargado con la cruz que requiere nuestra ayuda amorosa y
desinteresada.
Rezo del Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
“Jesús, pequé: ten piedad y misericordia
de mí”
Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén
Sexta
estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús
V: Te adoramos, oh Cristo y te
bendecimos
R: Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo
Evangelio:
Lectura del
libro del profeta Isaías 53, 2-3
No tenía
figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por
los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el
cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado.
Meditación:
Dice
el profeta Isaías: «No tenía apariencia ni presencia; lo vimos y no tenía
aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de
dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro,
despreciable, y no lo tuvimos en cuenta». Es la descripción profética de la
figura de Jesús camino del Calvario, con el rostro desfigurado por el
sufrimiento, la sangre, los salivazos, el polvo, el sudor... Entonces, una
mujer del pueblo, Verónica de nombre, se abrió paso entre la muchedumbre
llevando un lienzo con el que limpió piadosamente el rostro de Jesús. El Señor,
como respuesta de gratitud, le dejó grabada en él su Santa Faz.
Una
letrilla tradicional de esta sexta estación nos dice: «Imita la compasión / de
Verónica y su manto / si de Cristo el rostro santo / quieres en tu corazón».
Nosotros podemos repetir hoy el gesto de la Verónica en el rostro de Cristo que
se nos hace presente en tantos hermanos nuestros que comparten de diversas
maneras la pasión del Señor, quien nos recuerda: «Lo que hagáis con uno de
estos, mis pequeños, conmigo lo hacéis».
Rezo del Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
“Jesús, pequé: ten piedad y
misericordia de mí”
Bendita y alabada sea la pasión y muerte
de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén
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