Tercera
estación: Jesús cae por primera vez
V: Te adoramos, oh Cristo y te
bendecimos
R: Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo
Evangelio:
Lectura del
libro del profeta Isaías 53, 4-6
Él soportó
nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos
leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus
cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su
camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Meditación:
Nuestro
Salvador, agotadas las fuerzas por la sangre perdida en la flagelación, debilitado
por la acerbidad de los sufrimientos físicos y morales que le infligieron
aquella noche, en ayunas y sin haber dormido, apenas pudo dar algunos pasos y
pronto cayó bajo el peso de la cruz. Se sucedieron los golpes e imprecaciones
de los soldados, las risas y expectación del público. Jesús, con toda la fuerza
de su voluntad y a empellones, logró levantarse para seguir su camino.
Isaías
había profetizado de Jesús: «Eran nuestras dolencias las que él llevaba y
nuestros dolores los que soportaba. Yahvé descargó sobre él la culpa de todos
nosotros». El peso de la cruz nos hace tomar conciencia del peso de nuestros
pecados, infidelidades, ingratitudes..., de cuanto está figurado en ese madero.
Por otra parte, Jesús, que nos invita a cargar con nuestra cruz y seguirle, nos
enseña aquí que también nosotros podemos caer, y que hemos de comprender a los
que caen; ninguno debe quedar postrado; todos hemos de levantarnos con humildad
y confianza buscando su ayuda y perdón.
Rezo del Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
“Jesús, pequé: ten piedad y
misericordia de mí”
Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén
Cuarta
estación: Jesús encuentra a su madre
V: Te adoramos, oh Cristo y te
bendecimos
R: Pues por tu santa cruz redimiste al
mundo
Evangelio:
Lectura del
Evangelio según San Lucas 2, 34-35.51
Simeón los
bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en
Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará clara la
actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su
madre conservaba todo esto en su corazón.
Meditación:
En
su camino hacia el Calvario, Jesús va envuelto por una multitud de soldados,
jefes judíos, pueblo, gentes de buenos sentimientos... También se encuentra
allí María, que no aparta la vista de su Hijo, quien, a su vez, la ha
entrevisto en la muchedumbre. Pero llega un momento en que sus miradas se
encuentran, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la de Jesús que ve a
María triste y afligida, y en cada uno de ellos el dolor se hace mayor al
contemplar el dolor del otro, a la vez que ambos se sienten consolados y
confortados por el amor y la compasión que se transmiten.
Nos
es fácil adivinar lo que padecerían Jesús y María pensando en lo que toda buena
madre y todo buen hijo sufrirían en semejantes circunstancias. Esta es sin duda
una de las escenas más patéticas del Vía crucis, porque aquí se añaden, al
cúmulo de motivos de dolor ya presentes, la aflicción de los afectos
compartidos de una madre y un hijo. María acompaña a Jesús en su sacrificio y
va asumiendo su misión de corredentora.
Rezo del Padrenuestro, Avemaría y
Gloria
“Jesús, pequé: ten piedad y
misericordia de mí”
Bendita y alabada sea la pasión y
muerte de nuestro Señor Jesucristo y los dolores de su Santísima Madre. Amén
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