Palabra de Dios: Yo salí de la boca
del Altísimo, como primogénita de todas las criaturas. El Creador
estableció mi morada. Desde el principio, antes de los siglos me
creó y no cesaré jamás. Eché raíces entre un pueblo glorioso, en
la porción del Señor, en su heredad, y resido en la congregación
plena de los santos. Venid a mi los que me amáis y saciaos de mis
frutos; mi nombre es mas dulce que la miel y mi herencia mejor que
los panales. El que me come tendrá más sed; el que me escucha no
fracasará, el que me pone en práctica no pecará; el que me honra
poseerá la vida eterna. (eclesiástico, 24)
Meditación: La Virgen María ocupa un
lugar singular en el pensamiento de Dios desde toda la eternidad. Por
lo mismo, su concepción es también un acontecimiento único. María
no sólo se verá libre de todo pecado. Es ya la llena de gracia. En
ella se realiza desde su Concepción el plan de Dios, su designio
salvador. Por eso alabamos a la Virgen diciendo: Salve, llena de
gracia. El Señor está contigo. Y también pedimos, por su
intercesión, esa misma gracia, la cercanía del Señor. Que lo que
María fue desde su Concepción Inmaculada, nosotros lo alcancemos
por los Sacramentos: habiendo sido constituidos hijos de Dios por el
Bautismo, esa vida crecerá por la Penitencia, la Eucaristía y el
ejercicio continuo de la Caridad. Como María fue la llena de gracia,
agradable a Dios y dichosa a la vez, también nosotros, sus hijos,
pedimos alcanzar la plenitud de la gracia: vivir siempre como hijos
de Dios y gozar de su herencia.
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